La posibilidad de una segunda ola de contagios de Covid-19 en las próximas semanas es muy real. Tras 8 meses de convivencia con el virus, el gobierno debe estar preparado para enfrentarla, habiendo aprendido de los errores de la primera.

El fortalecimiento del primer nivel de atención es fundamental para evitar el colapso del sistema hospitalario. La disponibilidad de oxígeno medicinal al 93% evitará que se pierdan vidas y que familiares paguen precios exorbitantes por un balón. La coordinación entre el gobierno y los líderes comunitarios impulsará la organización escalonada del sistema de salud que se necesita para mantener un control efectivo sobre la evolución del virus.

Yo no soy especialista en salud, pero en el Perú tenemos a técnicos con la experiencia necesaria para ayudar a corregir aquello que no se logró hacer en la primera ola. Ha habido múltiples declaraciones de nuestras autoridades sanitarias y de expertos en la materia sobre las principales medidas a adoptar. El gobierno debe estar dispuesto a escuchar, evaluar y actuar en consecuencia.

Es evidente que enfrentaremos problemas. El desgaste mental que para muchos ha significado estos meses y las altas temperaturas que se aproximan incrementarán las tensiones y la inherente necesidad humana de estar al aire libre. Las playas ya están en el debate público. Claro que se nos debe permitir ir a las playas, pero los protocolos de sanidad que se implementen deben ser impecables y observados implacablemente.

Finalmente, estamos a poca distancia contar con un mecanismo de defensa realmente importante para mitigar los efectos de una potencial segunda ola. La llegada de una vacuna simboliza una esperanza. Entre tanto, es más importante que nunca que, a pesar del agotamiento, de la eterna crisis política, y de la aparente sensación que la pandemia será eterna, nos cuidemos cada vez más y mejor, esperando que el gobierno haga lo suyo, y nos mantenga bien informados.