Omram, el niño de Alepo

Las imágenes de Omran y su hermana, ensangrentados y en shock, luego del reciente intenso bombardeo en la ciudad siria de Alepo, la mayor y más poblada del país, incluso superando estratégicamente a Damasco, la capital, están confirmando la incapacidad de la comunidad internacional para detener y aplacar la guerra interna que soporta esta nación del Medio Oriente por más de 5 años. Agrava la situación para los indefensos niños que la ONU confirme lamentablemente no poder canalizar la ayuda humanitaria para aliviarlos. Veamos las cifras que son aterradoras: en un país de más de 22 millones de habitantes, desde que se inició el conflicto han nacido unos 3.7 millones de niños, de estos alrededor de 150,000 al nacer lo hicieron en la condición de refugiados, y unos 8.4 millones están afectados de una u otra manera por el impacto y las consecuencias de la guerra. La población violentada en Siria alcanza los 13.5 millones de personas y de estos son menores de edad cerca de 6.5 millones, los que se encuentran en la condición de desplazados al haber tenido que dejar sus hogares huyendo del horror. En este penoso contexto, la ONU invoca una tregua inmediata y por 48 horas para viabilizar la ayuda humanitaria. Aun cuando EE.UU. y Rusia, por supuesto que estarán de acuerdo, queda cada vez más claro que los bombardeos de la coalición liderada por Washington en la sitiada ciudad no están dando los resultados esperados. Preocupa muchísimo que el derecho internacional humanitario -Convenios de Ginebra de 1949-, que surgió esperanzador luego de la Segunda Guerra Mundial al pregonar la comunidad planetaria el mantenimiento de la paz, por la realidad de una sociedad internacional conflictual, prácticamente haya quedado por los suelos, desvirtuándose las normas jurídicas supranacionales de protección de los derechos humanos y, en modo particular, de los niños, la población más vulnerable de la humanidad.