El texto a continuación es del periodista y escritor Gastón Gaviola, que fue publicado en Correo en el 2016, cuando se recordaron los 19 años de la Operación Chavín de Huántar y donde Gaviola retrata la labor fundamental del almirante en retiro Luis Giampietri en este hecho que marcó la historia del Perú. Aquí un sentido homenaje a su labor a quien fue en vida un gran hombre.
Por Gastón Gaviola (@gastongaviola)
Uno de mis compañeros entró corriendo al salón gritando que algo había estallado en la residencia del embajador de Japón. Nos paramos todos y salimos al pasillo, incluso el profesor. Alguien sacaba un televisor al corredor y todos nos fuimos arremolinando en torno a las imágenes. Comandos que salían de la tierra misma, que corrían fusil en mano hacia la casa. Llevaban escaleras, explosivos plásticos. Camillas. Tiroteos desde la azotea, explosiones, soldados heridos, rehenes ensangrentados, sorprendidos de estar libres.
Nadie decía una palabra. Todos enmudecimos viendo lo que parecía una película. Y estaba pasando de verdad, en Lima, a 15 minutos de la universidad. Justo hoy son 19 años de la Operación Chavín de Huántar. Pasadas las 3 de la tarde de ese 22 de abril de 1997. Han pasado los años y he conocido -a unos más de cerca que a otros- a rehenes y comandos de aquella gesta y siempre que hacía un reportaje se me quedaban pequeños apuntes y algunas historias en el tintero. Así que aquí van, tal cual me las contaron.
- Cuando los terroristas del MRTA asaltan la residencia, no solo liberaron sin saber a la madre del presidente Alberto Fujimori. Al pasar lista para identificar a sus prisioneros, pese a ir de civil, Luis Giampietri Rojas se identificó como almirante en retiro de la Marina de Guerra del Perú. Dijo también que en momento integraba el directorio del Instituto del Mar del Perú. Lo que no les mencionó a los terroristas, es que pertenecía en actividad a la Fuerza de Operaciones Especiales (Foes), y era especialista en demolición submarina. Tampoco les dijo que fue el primer jefe e instructor de la Unidad de Combate Especial (UCE) de la Armada, la que al final fueron parte de los comandos Chavín de Huántar que recuperaron la residencia.
- El almirante Giampietri, consideraba que su deber como militar era escapar del cautiverio. Desde que ingresó la Cruz Roja llevando colchonetas para que duerman los rehénes, se llevaba los envoltorios plásticos en las que venían. Con el tiempo, llegó a tejer a escondidas una cuerda de 4 metros de largo, que ocultó en 10 pedazos diferentes por todas las habitaciones del segundo piso, donde dormían.
- Además de la cuerda para descolgarse, un oficial de la Marina de Guerra le robó dos granadas a uno de los terroristas, que nunca se dio cuenta. Los rehenes descubrieron, también, un ropero blindado en la habitación del embajador Morihisa Aoki, donde se guardaba un casco y un chaleco antibalas. También se robaron un par de buenos largavistas. Los del MRTA nunca se enteraron. Giampietri y otros oficiales cautivos planeaban usar las cuerdas de una guitarra para ahorcar a los centinelas y, con sus armas y lo robado, plantear una resistencia que permita la huida del resto. Ninguno esperaba salir con vida de esa aventura.
- Hace unos días, el almirante me contó -en su casa de La Punta- esto sobre el momento mismo del rescate hace 18 años: “Coné es el terrorista que mataría a (el coronel Juan) Valer. Subió a nuestra habitación, porque todos los días hacían un ensayo de ejecución de rehenes e iban a las habitaciones y apuntaban a dos o tres que eran sus blancos. En mi habitación eran (Francisco) Tudela, (Pedro) Fujimori y (Pedro) Aritomi. Hacían como que les disparaban y se iban. Cuando sube, yo lo he visto entrar buscar a Tudela con la mirada, para matarlo. Ya le habíamos advertido del operativo y no estaba allí. Cuando ´Coné´ los ve escapando, les tira una granada que hiere al canciller Tudela con esquirlas y le arranca un pedazo de muslo a Aritomi”.
- Un par de horas después, el propio Francisco Tudela completaría para mí la historia: “Yo ya estoy en la terraza y (Coné) empieza a dispararme desde el interior. Primero tira una granada que por suerte estalla en el aire, golpea en la puerta. Como eso no me mata y sigo avanzando, me dispara 3 veces. La primera vez me raspa el antebrazo derecho. La segunda, la bala estalla frente a mis ojos y los llena de cemento. Esa bala por centímetros no me da en la cabeza; la tercera ya me da, cuando llego al final. Me hiere en la pierna y se lleva dos pulgadas de peroné”.
- Esa es la imagen que más recuerdo de ese día. La camisa blanca y el pantalón beige de Tudela manchados de sangre. Roja, muy brillante. Tenía la pierna rota y 60 esquirlas de granada en la espalda, aunque él no lo sabía aún. Hasta hoy vive con 21 pedazos de metralla alojados en el cuerpo.
- Veinticinco comandos que participaron en el Operativo Chavín de Huántar quedaron mutilados a consecuencia de los combates y las trampas dejadas por los terroristas.
- Recuerdo la entrevista a la esposa del comando Raúl Jiménez. El capitán tenía 27 años cuando ingresó a los túneles. La imagen del soldado mortalmente herido, rebotando en una camilla mientras es evacuado por el patio principal, la vimos todos. Su esposa también veía angustiada la televisión, y de inmediato supo que al que se llevaban era a su marido.
- Jiménez era teniente ascendido póstumamente a capitán del Ejército. Murió cuando el grupo de comandos que encabezaba intentó forzar su entrada por el área de servicios. Los terroristas habían dejado trampas cazahombres que estallaron y tiraron aturdidos hacia atrás a los soldados. “¡Vamos, comandos!”, gritó Jimenez a la cabeza de sus hombres en medio del humo, y se metió por el hueco abierto en la pared, como primer hombre. Recibió tres balazos que lo tumbaron nuevamente. Eso no detuvo a los que iban detrás de él. Le arrojan al capitán herido una granada; las esquirlas le abren el cuello con un tajo de 8 centímetros y le arrancan la pierna al capitán Raúl Cruz Jarama.
- El terrorista “Coné” seguía la cacería humana de Tudela. Pudo matar al ministro de Agricultura que se cruzó con él, pero el verdugo solo tenía ojos para el canciller que por sus propios medios había ganado la terraza. Estaba casi seguro de morir y su único deseo, me dijo, era recibir el balazo mortal de cara al sol, no encerrado como un conejo. Por eso lo encuentra el coronel Juan Valer ya en la parte de afuera. Giampietri lo vio morir. “Lo escudó con su cuerpo, por lo cual recibió un balazo en el cuello por encima del chaleco antibalas, y otro en el hígado, y se desplomó sin vida.” relató en sus memorias publicadas en 2012.
- Cuando los comandos rescatan el cadáver de comandante Juan Valer, entre sus pertenencias encontraron esta carta escrita a mano, horas antes de asaltar la residencia:
“Si tengo que luchar hasta la muerte para verte libre y limpio de daño, lo haré con tal de mantener nuestra libertad, soberanía y poder escuchar al fin con satisfacción y orgullo el comentario:
‘El murió como un soldado, cumpliendo con su misión y pidió a todo el mundo que lo recuerden como Valer. Valer fue nuestro compañero y amigo fiel’
Que Dios los bendiga,
Atentamente, Comando Valer”.