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El próximo sábado se realizará la Marcha del Orgullo LGBTI de Lima. ¿Por qué es una actividad necesaria? Un adolescente homosexual, antes de cumplir la mayoría de edad, habrá escuchado -en el colegio, en la iglesia, en internet- que la homosexualidad es un pecado, una anormalidad. Crecerá escuchando que algo que es inherente a él, que no eligió, que no puede cambiar, está profundamente mal.

Además, ese chico podrá ser víctima de bullying, sin importar si salió del clóset o no. La simple sospecha -por cómo camina o habla, porque no juega fútbol- lo convertirá en potencial víctima de acoso. De acuerdo con una encuesta, siete de cada diez estudiantes no heterosexuales se sienten inseguros en sus colegios. Sienten miedo en el lugar en el que pasan casi un tercio de su día durante doce años.

Imaginen el daño que todo eso puede generar a la autoestima de una persona, especialmente en un momento tan inestable como la adolescencia. Y ahí no acabará, pues durante toda su vida la sociedad insistirá en que su orientación sexual está mal: no podrá donar sangre a un amigo, no podrá acompañar a su compañero de vida en el hospital, no tendrá una pensión de viudez.

Frente a todo esto, la Marcha del Orgullo es un espacio para decirle a ese adolescente que no tiene nada de malo, para decirnos a nosotros mismos que no debemos vivir con miedo, para decirle a la sociedad que exigimos los mismos derechos (ni uno más, ni uno menos). La marcha es un espacio necesario para reivindicar el derecho humano más humano que existe: el derecho a ser felices.

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