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El problema de Las Bambas es el problema del país. Probablemente uno de los proyectos que se cuidó más en el momento en que se transfirió a la actividad privada, Las Bambas se ha convertido, como muchos, en centro de disputa y donde la falta de entendimiento y comunicación hace que incluso se pierdan vidas.

Dejamos de ver lo importante para “cazar” culpables. Nuestro país no ha logrado que la minería y otras actividades extractivas lleven una mejor calidad de vida a las comunidades aledañas, y por ende hay vecinos ricos al lado de otros demasiado pobres.

Nuestro país, el único que tiene una figura por la cual la mitad del impuesto a la renta que paga al Estado la empresa que se dedica a una actividad extractiva debe ir a las zonas aledañas al proyecto, a fin de impactar positivamente en la calidad de vida de los pobladores. Con ello se busca fidelizar estas actividades productivas y hacer que los pobladores de las zonas donde se desarrollan reciban el bienestar derivado de estas actividades.

Como es usual, no cumplimos con lo que ofrecemos y el dinero producto del canon no impacta positivamente en la vida de las comunidades, pues no se dedica a agua, educación e infraestructura básica.

Conocemos lugares pobres que exhiben grandes estatuas o monumentos, estadios, piscinas, palacios municipales, entre otros. Está muy bien que los peruanos quieran adornar sus ciudades, pero ello debe hacerse después de que las necesidades básicas de los pobladores estén cubiertas.

Hoy, con los precios de los minerales, el canon se ha reducido sustancialmente, y en estas épocas es importante racionalizar el uso del canon.

Seamos honestos. El Estado peruano acaba su labor pasándole al privado la explotación de los recursos extractivos. La “postadjudicación” y el acompañamiento que debe existir es nulo. Así los conflictos no se prevén y menos se atienden.

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