La corrección política, patrimonio de la denominada izquierda, es una ideología camuflada que busca la deconstrucción de instituciones, estructuras sociales, costumbres y cultura, en un proceso acelerado y desordenado que implica la negación del pasado, tratando de sustituir la convencional lucha de clases, trasladándola al escenario de las ideas, pretendiendo adueñarse de la verdad.

Gramsci propuso la creación de una “élite intelectual”, que interprete las eventualidades y fenómenos sociales para instrumentalizarlos y alcanzar el poder. Para ello, era necesario copar escuelas, universidades, instituciones, asociaciones, sindicatos, el aparato estatal, etc. Hábitat ideal de los “caviares”.

La corrección política considera que los procesos sociales están sujetos a “reglas nuevas”. Quienes se aparten de estas no son verdaderos “progresistas”. Ello mantiene en permanente confrontación a la sociedad; situación que aprovechan algunos políticos, populistas, comunicadores, capitalistas, colectivistas, progresistas, ongs.

El devenir trae consigo nuevas reglas. Los cambios sociales se producen de manera gradual, la sociedad y la política necesitan mínimos consensos para avanzar. Por el contrario, la corrección política es acelerada y confusa. Caviares y progres generan esas “nuevas reglas” para concebir conflictos y asegurarse continuidad.

Los gobiernos de Paniagua, Toledo, Ollanta, PPK, Vizcarra y Sagasti, coparon el aparato estatal de caviares y progres. Mimetizados incluso en los órganos de administración de justicia, han hecho su tarea. Hoy, se soslaya la importancia de instituciones como la familia, la policía. Se sustituye a padres en la educación sexual de sus niños. Se premia lenguaje inclusivo, se postula el aborto y adopción gay, una nueva constitución y la segunda reforma agraria. Se consume información de medios de comunicación parcializados, se impide traer oxígeno y vacunas por razones ideológicas, todo con relativa normalidad. Están destruyendo al país desde adentro.

La estabilidad macroeconómica y el respeto a la propiedad e inversiones, dieron posibilidades de trabajo, generando riqueza. Nuestras reservas han permitido, hasta hoy, sostenernos a pesar de tener el peor manejo en pandemia.

El cambio es desmantelar el andamiaje progre-caviar enquistado como la corrupción en nuestro Estado. Por ello es preciso votar en defensa de la Constitución, la vida, nuestras familias, nuestra cultura e instituciones.

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