Todas las generaciones echan sus esperanzas por provocar un cambio en la generación que les sigue. Los jóvenes salvarán el mundo, desde siempre.

Hoy, los jóvenes, aquellos llamados a cambiar el mundo, haciendo malabares con el arte de ser adultos, nos enfrentamos además con el reto de realizarnos en un mundo en crisis.

Claro que la situación de cada joven es única. Pero cuando me refiero a ‘la juventud’ (y me incluyo en esa categoría), creo que un común denominador para todos es que nos encontramos en un periodo naturalmente incierto en nuestras vidas. Hoy, sin embargo, esa incertidumbre ha sido multiplicada.

Unos tendrán que poner en pausa sus estudios universitarios. Muchos de los que acaben el colegio este año simplemente ya no podrán contemplar la posibilidad de estudiar. Otros tendrán que trabajar para sostener a familiares. Y quienes añoraban empezar su vida profesional, probablemente tengan que esperar más de lo que planeaban.

Estoy segura de que hoy, el universo de jóvenes que puede plantearse –de modo realista– perseguir sus sueños y aspiraciones, o preguntarse hacia dónde quiere llevar su vida, es aún más pequeño de lo que ya era. Muchos hemos optado por eliminar el recurso del futuro de nuestro universo conceptual.

“Los jóvenes son el futuro”. Pero ¿qué clase de futuro vamos a moldear? Creo que eso depende, en gran medida, de lo que logremos sacar del presente.

Hoy más que nunca es un momento de despertar el autoaprendizaje. La creatividad. La perseverancia. En un panorama que parece no ofrecer oportunidades de crecimiento, vamos a tener que crearlas.

Somos millones de jóvenes en casa. Somos la primera generación digital del Perú. El acceso a internet crece cada día más. Quiero pensar que esta realidad puede representar un espacio para que los jóvenes podamos crear, aprender, y empezar a construir futuros. Futuros que quizás sean muy distintos a lo que tradicionalmente hemos imaginado, pero futuros que, finalmente, serán nuestros.