Eric Berne fue un psiquiatra canadiense revolucionario, que acuñó el término “guion de vida”. A través de la observación de sus pacientes en psicoterapia, encontró que todos seguían un guion, como si estuviesen interpretando a un personaje. El problema es que este guion era inconsciente, haciendo que las personas se enreden una y otra vez en patrones similares.
De acuerdo con Berne, establecemos nuestro guion de vida en los primeros 6 años de vida, de acuerdo con nuestras percepciones infantiles. Por ejemplo, un niño que crece en un hogar conflictivo, podría interpretar que le va mejor intentando complacer a los demás, o quizás, retrayéndose y aislándose. El niño registra que es la mejor carta que tiene para sobrevivir. Entonces, este niño comienza a complacer, a registrar qué desea el otro de él (mientras que se olvida de lo que necesita él mismo) y se vuelve tímido.
Cuando el niño va creciendo, entra en crisis porque los adultos comienzan a exigirle cosas contradictorias con su guion de vida, a los cuales Berne llama “mandatos”. Si seguimos con el ejemplo del niño complaciente y tímido, de pronto le pueden exigir en la adolescencia que “conquiste”, que “gane”, que “compita”. ¿Cómo va a poder hacer todo eso siendo a la vez complaciente y tímido? Reflexionar sobre nuestro guion de vida y los mandatos que los adultos nos exigieron mientras fuimos creciendo es un ejercicio importante para nuestra salud mental y para nuestra práctica pedagógica. La barrera más grande que evita que mejoremos nuestras prácticas de crianza es que repetimos las conductas inconscientemente. Quienes tenemos la oportunidad de acompañar a niñas y niños debemos tener muy presente sobre la fragilidad de su psique en esta etapa; para que, en vez de un guion, encuentre realmente su identidad, su “yo puedo”.