Cuando se habla con pánico de que han quedado 43 agrupaciones políticas aptas para ser parte de las elecciones generales del próximo año, una cifra nunca antes vista en nuestra historia y que solo puede ser alcanzada si sumamos a los partidos que participaron en los comicios de 2011, 2016 y 2021, mucho se menciona como una posibilidad “saludable” que se formen alianzas entre grupos afines a fin de reducir el número de candidatos que estarán en el partidor dentro de un año. Puede ser.

Sin embargo, recordemos que en realidad, en la mayoría de casos no hablamos de partidos políticos de verdad, sino de clubes de amigos sin ideología, sin rumbo, sin ideas, sin cuadros políticos, sin objetivos y que en su mayoría giran alrededor de un caudillo que tuvo la plata y el tiempo para forma una agrupación que logró inscribir su agrupación, quizá inspirado en la idea de que “si un impresentable y casi iletrado como Pedro Castillo logró ser presidente, a mí también me puede ligar”.

Entonces, vamos a estar frente no a alianzas sólidas para formar un gobierno responsable, sino a uniones improvisadas y a veces contra natura, basadas netamente en el interés electoral y nada más. Si logran llegar al gobierno o al Congreso, porque en el Perú cualquier cosa puede pasar, las posibilidades de mantener la unidad, a mi entender, son casi nulas, y eso sería un problema para la gobernabilidad. ¿Otra vez un presidente sin bancada? ¿Otra vez el Legislativo fraccionado en pequeños grupos como vemos hoy?

Desde ya el panorama no es positivo para el país con 43 agrupaciones inscritas que podrían presentarse a los comicios del 2026. La alternativa de las alianzas podría ser viable sólo si estuviésemos ante partidos serios y cohesionados, y no lo que vemos ahora, todo gracias a reformas electorales que parecen haber sido hechas para sabotear la gobernabilidad y, en nombre del derecho de todos a participar en política, asegurar la llegada a cargos públicos de aventureros, oportunistas y gente que nada tiene que ofrecer.

Se viene un proceso complejo en el que además tendremos que elegir dos cámaras para el Congreso, algo que no se ve en el Perú desde los comicios de 1990. El problema adicional de esto es que no se han puesto mayores requisitos para ser senador e integrar la llamada “cámara reflexiva” o “cámara alta”, salvo la edad, por lo que podríamos llenarnos de “niños”, “mochasueldos”, viajeritos”, buenos para nada y demás “joyas”, únicamente con algunas canas adicionales. Solo el voto del ciudadano responsable podría variar esto.