Uno

Los movimientos políticos que se fundan en utopías y voluntarismos ideológicos tienen un vicio de origen porque están obligados, para conservar su legitimidad, a respetar los principios a los que se adscribieron libremente. Eso es lo que ha sucedido con el humalismo. Los Humala nacieron a la vida pública proclamándose nacionalistas y criticando un supuesto entreguismo de la clase dirigente a los imperativos de diversas potencias extranjeras. Sin embargo, el tiempo ha demostrado que el humalismo solo ha sido capaz de crear patriotas de hojalata, falsos defensores del país. La evidencia demuestra que para estos patriotas de hojalata los dólares del Tío Sam son la moneda del demonio, pero si esos mismos dólares son enviados desde lo más profundo de la oscuridad de Caracas, se reciben con las manos abiertas para ser consumidos en olor de santidad. El patriotismo de hojalata tiene estos bemoles y todos son reducibles a esta frase: “Desamor por el Perú”.

Dos

El guardián socrático que cogobierna la República tendría que comprender que el nacionalismo no solo es un exceso programático, es un grave error histórico. Parte de una premisa exclusiva y excluyente, radical, maniquea. Cosa muy distinta es el patriotismo, un sentimiento abierto, libre, solidario sin exclusivismos, inclusivo por voluntario. El nacionalismo, en sus expresiones extremas, ha generado grandes males para la civilización. Pero el Perú no es un país de extremos. Esta es una tierra de sosegada mediocridad. En nuestro país, el nacionalismo lo que ha generado es fatuidad, demagogia y fariseísmo político. El nacionalismo peruano ha originado polarización, es decir, ha provocado bajeza persecutoria. La política es acción y reacción. Guardián socrático: si te metiste de soldado, ahora tienes que aprender.

Tres

Pobre nacionalismo. Amamantado con los dólares del chavismo ha llegado a su madurez malgastando su capital político en los euros de la frivolidad. Versace es lo menos nacionalista que puede existir. Y así nos va.