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La administración de justicia tiene muchos roles sociales que cumplir no solo sancionando, reprimiendo y desalentando de delito. Le corresponde también educar sin que eso signifique poner a los jueces al frente de una pizarra con tiza en mano. La divulgación de sus decisiones ante cualquier hecho que debe ser juzgado si no es explicado debidamente a la población, desperdicia una magnifica oportunidad aleccionadora y de influencia sobre la conducta social encaminada hacia el bien individual y común. Sin embargo, tal como es frecuente observar, el trabajo de la justicia se pierde al carecer de la publicidad y su adecuado tratamiento. Apenas si en los casos emblemáticos, mediáticos o porque los protagonistas tienen interés en presionar a los juzgadores, las sentencias se divulgan pero sin una adecuada argumentación que le permita a los ciudadanos formarse un mejor criterio de lo justo o lo injusto. Solo por citar un par de ejemplos, hemos visto posiciones polarizadas en los medios sin que los periodistas que los reportan hayan tenido acceso a los expedientes. Ni siquiera los leyeron. Repiten lo que les dicen los protagonistas enfrentados o sus abogados parcializados. El caso de la sentencia en la querella de un obispo contra dos periodistas ha obtenido pronunciamientos de adhesión o rechazo, por puro espíritu de cuerpo en ambas partes, y casi nadie ha analizado la argumentación de los jueces para esa decisión. Y fuera de los medios, peor es en las redes sociales, donde poco importa ese raciocinio, basta que alguien simpatice con una de las partes para que desautorice a la otra. Situación similar generó el tratamiento informativo, con ausencia de la pedagogía judicial, del policía que fue detenido y es procesado por matar de un disparo a un delincuente cuando huía. La presión de la familia, de la institución y de la opinión pública, vía medios y redes, significa un alto peligro para una justicia justa si se encuentra con juzgadores débiles para sostener lo que la ley establece y su conciencia manda. Y se desaprovecha una excelente oportunidad para que la ciudadanía no se deje manipular por las partes, más interesadas en imponer “su verdad” particular.