Pelea callejera
Pelea callejera

Con el nombramiento de Pedro Cateriano como presidente del Consejo de Ministros, el Gobierno no solo demuestra la mala lectura que le dio a la censura a Ana Jara, sino que plantea un escenario de confrontación abierta con la oposición. Una pelea callejera. Y aunque no se le reproche que el cargo le quede grande -algo evidente con su predecesora- el pasivo del hombre de Vargas Llosa -su proclividad a la confrontación y su militante antiaprismo y antifujimorismo, tan igual que su mentor- lo hace una carta peligrosa en esta coyuntura.

Elegir al ministro en funciones que más ha atacado a fujimoristas y apristas, justo cuando presuntamente buscaba el diálogo con la oposición a través de las limitadas movidas de su predecesora, desnuda además lo falsa que fue esa convocatoria y confirma que jamás tuvo el Gobierno voluntad de dialogar, sino únicamente de tomar aire en medio de las acusaciones de corrupción que enfrenta.

Humala pudo enviar otro mensaje político al escoger otro cuadro nacionalista más concertador y darle más contundencia si cambiaba todo el gabinete. Pero al optar por Cateriano y mantener a casi todos los ministros liderados hasta hace poco por la censurada Jara, extiende un mensaje que solo trasunta terquedad y ánimo de confrontar. Y la razón es una de dos: inmadurez personal o desesperación suprema por encubrir algo que cada vez apesta más.

No obstante, aunque puede ser pésimo para el país si Cateriano insiste en ser Cateriano, su premierato no deja de ser una movida inteligente desde la estrategia política, cuando menos en un sentido oportunista y cínico. Porque va a generar titulares con sus declaraciones y jugará a distractor de las denuncias contra la Primera Dama o el propio espionaje gubernamental, entre otros muchos “anticuchos” que viene cocinando el régimen humalista. Y si fuerza la situación hasta la crisis suprema, y abre el escenario del cierre del Congreso, Humala puede ganar tiempo aun a costa de tamaña irresponsabilidad que paralizará al país y a su economía. Si apristas y fujimoristas pisan el palito, la labor de Cateriano estará cumplida.

Mención aparte merece el hecho de que con Cateriano de premier, Vargas Llosa sube de nivel en su presencia en el Gobierno: pasa de ser solo garante a oficializar su cogobierno con Humala. Esto recién empieza.

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