La reciente noticia de haber sido hallada sin vida una niña de 3 años en Inambari, Madre de Dios, con signos de ultraje, me lleva a modificar el contenido de mi columna de hoy en que focalizo mi atención en los 31 años de la Convención Internacional sobre los Derechos del Niño, adoptada por la ONU el 20 de noviembre de 1989.

Por esta desgraciada noticia es momento para reiterar una severa llamada de atención al Estado sobre su completa ineficacia en la protección de los menores de edad, que es la población humana más vulnerable.

Por ello, vuelvo a levantar la voz para exigir la pena de muerte para los violadores de los menores que fallecen como consecuencia de la violación, de lo contario esta Convención, que fuera abierta a la firma el 2 de setiembre de 1990, seguirá siendo letra de muerte para los 6,9 millones de niños del Perú.

Ante su notoria naturaleza de indefensión, el Estado está obligado a garantizar que su integridad personal -física y psíquica- no sea violentada. Más allá de que la propia Convención ha establecido principios rectores como la no discriminación, el interés superior del niño, su derecho a la supervivencia y el desarrollo, y su derecho a la participación, si seguimos dejando para las calendas griegas este problema, vamos a llegar a una etapa de ira nacional incontenible, pudiendo volverse explosiva.

He reiterado de mil maneras que gran parte de nuestra clase política, que la pasa todo el tiempo acuchillándose, debe ponerse los pantalones y actuar sin que le tiemble la mano, pegado al sentir ciudadano, para llevar adelante la denuncia del Perú de la Convención Americana sobre Derechos Humanos o Pacto San José de Costa Rica, que impide que apliquemos la pena de muerte a los violadores sexuales.

Este Gobierno de transición, y este Congreso que nos ha desilusionado, no van a poder hacerlo, seamos claros, pero podrían dejar algunas bases para el objetivo. Las cifras en el país de menores de edad violados, siguen en ascenso como la pandemia del Covid-19. Seguro que insistirán en que la pena de muerte no disuade. Recuerden: nadie que sepa que la sanción por violar será la muerte se atreverá a hacerlo.