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El tema de la pena de muerte se ha puesto de nuevo en escena. La congresista Letona, portavoz del neofujimorismo, la ha propuesto, y las opiniones son diversas.

Conocemos cuán desprotegidos están nuestros niños y gran cantidad de mujeres, que a diario vemos por televisión cómo sufrieron violaciones y fueron víctimas de asesinatos por sujetos que son una lacra social, gente irrecuperable; por eso estoy a favor de la implantación de la pena de muerte para estos malnacidos.

Que no me vengan a decir los traficantes de los derechos humanos que la vida la da Dios y él es el único que la puede quitar. No.

Somos una sociedad y como tal tenemos el derecho de defendernos, y suscribo la pena de muerte no solo para aquellos bastardos que violan niños y después los matan, sino también para aquellos miserables que tras violar a una mujer -sin importar la edad-, la matan. Pena de muerte para todos ellos.

Los defensores de esta casta de violadores, o mejor dicho de los “derechos humanos”, nos argumentan hasta la saciedad que “según las estadísticas la pena de muerte no tiene efecto disuasivo”. Tampoco creo semejante hipótesis. A la hora que el Estado ejecute a una docena de facinerosos, estoy seguro de que muchos lo pensarán dos veces antes de violar a una niña indefensa o a una pobre mujer.

Saludo desde aquí al ministro de Justicia, Enrique Mendoza, por decir sin temor que él está a favor de la pena de muerte. No está solo, ministro.