Hoy, Día del Campesino -Augusto B. Leguía lo llamó Día del Indio-, es feriado no laborable para el sector público y para los privados que lo deseen. Con este motivo reproduzco íntegramente mi columna del año pasado “EN EL DÍA DEL CAMPESINO”: “Los criollos y los mestizos, que sintieron el desprecio del peninsular durante el virreinato, cargaron contra el indígena la misma indiferencia que los conquistadores hacia ellos. Allí estuvo el origen de nuestra fractura. Durante el siglo XVI se produjo uno de los más grandes debates del virreinato sobre los indígenas. Teniendo como marco el Consejo de Indias, fueron el padre Bartolomé de las Casas -llamado el Apóstol de los Indios- y el jurista Juan Ginés de Sepúlveda, los que protagonizaron el denominado “Debate de Valladolid” sobre la naturaleza existencial de los indígenas. Mientras el fraile dominico decía que tenían alma y eran como hermanos menores -por esa razón ninguno fue juzgado por el Tribunal de la Santa Inquisición-, el cordobés la negaba alegando que eran perversos e indómitos hasta incapaces de percibir el dolor. Luego, un sistema de castas por las razas profundizó el desdén hacia los habitantes de nuestras serranías y llegada la república, la disociación acentuó las diferencias, promoviendo la idea de la superioridad del peruano urbano “con modales” sobre el peruano rural visto como torpe. En ese momento del Perú inicial fue ahondada nuestra fractura y se la achacamos a España cuando en realidad no supimos hacer del sincretismo y nuestra diversidad legadas nuestra mayor fortaleza. El indianismo de comienzos del siglo XX y el indigenismo de mediados de esa centuria, buscaron revalorizar a los peruanos interandinos, hoy desatendidos en la currícula escolar. Su reivindicación llegó con la reforma agraria que acabó con el sistema feudal heredado por los corregidores y encomenderos a los hacendados y terratenientes, que, aunque luego mal desarrollada, evitó que los peruanos sufriéramos la violencia que padeció Colombia con más de 260 mil muertos por el problema de la tierra, y solo resuelto con el Acuerdo de Paz de 2016. Todo eso se hizo, pero nuestra educación ha seguido dominada por el prejuicio. Los violentistas de los años 60 y 80, quisieron manipular a los campesinos marginados -como ahora en Ecuador- pero éstos, siempre sabios y sin ideologías, los han desdeñado”.