Hoy, que es el Día Mundial de la Salud, tal como ha sido considerado en el marco de la Organización de las Naciones Unidas, por la propia OMS, que es su organismo especializado, no se podría adornar la efeméride porque la triste realidad de impacto lo censurará. Al contrario, reconozcamos que el mundo sigue desolado por la pandemia y aunque la ciencia médica haya conseguido la vacuna para mitigar los estragos del COVID-19, lo cierto es que el coronavirus sigue sumando inevitable con su látigo imperturbable, el dramático número de contagiados -132 millones- y de muertos -2,86 millones- en todo el planeta.

Desde que fue declarada la pandemia en el mes de marzo de 2020, el tema de la salud se ha convertido en el prioritario por los Estados; sin embargo, no todos tienen la capacidad de respuesta esperada. La explicación de por qué razón se cuenta a países como Israel con un alto nivel de eficacia frente a la pandemia y otros que se han convertido en la expresión de la incapacidad a la máxima potencia, como es el caso del Perú, se debe a la práctica permanente de la administración de escenarios de crisis. Cuando los países son contingentes por antonomasia soportarán con mejor performance los efectos de una tragedia nacional.

Los israelíes están acostumbrados a convivir con la amenaza del mundo árabe y de los persas, que no son vistos precisamente como buenos vecinos y por esa razón se preparan permanentemente para episodios difíciles. La pandemia no los desorientó. En el Perú no hemos aprendido nada de nuestro pasado devastado por el descuido nacional que junto a la mediocridad, son una regla y por eso la pandemia prácticamente nos ha dominado.

El desorden es la regla y las políticas de salud están por los suelos. Ni siquiera se ha podido lograr eficacia para que contemos medio millón de peruanos vacunados. No es posible que al mes de abril de 2021 y que en tres semanas más sin vacunas, será mayo, estemos en la cola del mundo, pareciéndonos a los Estados fallidos que son sociedades completamente anarquizadas.

Hemos ingresado en la temida etapa de la frustración nacional  y más aún con un presidente sin liderazgo, percibido como ausente o ajeno a la tragedia. ¡Qué peor Día Mundial de la Salud nos ha tocado!.