Ni la derecha ni la izquierda extremas tienen el apoyo de las mayorías. La política no es solo masivas movilizaciones o excesos ideológicos. Vamos saliendo de una dolorosa y extenuante pandemia y debemos afrontar sus secuelas de altísimo desempleo, colapsos empresariales, largo tiempo perdido en educación y mucho desaliento. Como dice el tango, nosotros los de entonces ya no somos los mismos. No queremos reeditar la confrontación que nos tuvo en vilo en el quinquenio pasado ni la falta de líderes que nos lleven por el buen camino. Después de tan turbulentas elecciones tenemos un gobierno complicado y decepcionante. El Perú parece estar en manos de sus enemigos. Vamos perdiendo el rumbo y la fe ¿Hay algo más peligroso? Sí. Y estamos en el mal camino. En plena polarización social y política, sin calma en los mercados, perdiendo la estabilidad macroeconómica con un dólar en alza que nos empobrece a todos, el Perú está sufriendo y solo los ciegos podrían pensar que la propuesta de Asamblea Constituyente despierta entusiasmos. La prioridad es la salud y la supervivencia y lo que tenemos es incertidumbre económica y política. Vacar a Castillo o cerrar el Congreso es un falso dilema con enormes costos económicos y políticos. Ni perseguir comunistas o terroristas ni depredar el estado llenándolo de ineptos traerá algo bueno. El camino está en el difícil equilibrio con racionalidad y sin exacerbaciones. La censura a Iber Maraví gana adeptos, pero hacer cuestión de confianza para evitarla es una clara extorsión política a dos años del censurable cierre del congreso. La interpelación fue al ministro de Trabajo pero la indignación involucra a Bellido y llega a Pedro Castillo si no sabe resolver esta crisis política. No basta con rechazar los exabruptos inmoderados y frecuentes del premier, debe priorizar la estabilidad política y recuperar la confianza. Si no lo logra su gobierno es de pronóstico reservado.