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La primera gran dicotomía entre las políticas públicas del nuevo gobierno de PPK se dio el último fin de semana entre Marisol Pérez Tello (Justicia) y Carlos Basombrío (Interior). El titular de la cartera más difícil de este gabinete ofreció “medidas fuertes” para los primeros 15 días de gestión y destacó, en ese marco, la necesidad de capturar a más bandas y cabecillas. Basombrío quiere mostrarle a la ciudadanía que no será un ministro más, que romperá huevos para hacer tortillas y que actuará con rigor y sin contemplaciones contra un flagelo solo comparado con el terrorismo de los años 80 y que amenaza la viabilidad del país. Sin embargo, ese mismo día, Pérez Tello planteó extender la política de indultos, ampliar los beneficios penitenciarios y, sobre todo, implementar mecanismos de “servicio comunitario” para algunos delitos. ¿Pretende Pérez Tello que el robo de un celular, una cartera o un reloj se castiguen con servicios comunitarios? ¿Con delincuentes barriendo la Plaza San Martín durante 60 días? Lo que preocupan de las líneas maestras de gestión de Pérez Tello no es solo que vayan a contracorriente del hartazgo masivo ante la inacción, del extenuante miedo de caminar por una avenida o los shocks pos traumáticos de la gente que es asaltada sin atenuantes y humillada sin contemplaciones. Llama la atención que Pérez Tello, que ha tenido chofer y seguridad del Congreso a su disposición y mantendrá esos beneficios como ministra, priorice medidas para el sistema de justicia como si estuviésemos en Canadá, Suiza, Dinamarca o Finlandia. Que PPK exhiba en su Plan de 100 días que las medidas operativas contra la delincuencia tienen un correlato con las políticas judiciales y penitenciarias. Alarma esta falta de coherencia. Es muy fácil señalar, como ha dicho Pérez Tello, que no se cree en el “populismo penal” y trasladarse en comitivas, con agentes que te abren paso y avanzar sin temores bajo el sonido estridente de las circulinas.

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