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En los años 50, una joven italiana de 21 años estudiaba Medicina mientras iba asomándose -en la cancha- al periodismo. Años después, Oriana Fallaci había olido el plomo en conflictos armados desde Vietnam hasta América Latina. Nunca antes Italia había tenido una mujer reportera de guerra. Hoy es considerada una de las más brillantes entrevistadoras del mundo.

Por aquellas épocas brillaba también un joven polaco que la historia reconocería luego como uno de los periodistas más importantes del mundo. Ryszard Kapuściński, sin embargo, no había estudiado Periodismo sino Historia.

Sin ir tan lejos, conocidos hombres de prensa peruanos como Pedro Beltrán, César Hildebrandt o Jaime Bayly no estudiaron Ciencias de la Comunicación, y -gusten o disgusten- difícilmente alguien podría negarles la etiqueta de periodistas.

Así, sostener que para ser periodista uno debe haber estudiado Periodismo es ignorar la historia. Basta con mirar a los máximos referentes y maestros del oficio para saborear la variedad de formaciones.

Por supuesto que estudiar Periodismo te da ventajas en el oficio. La teoría y el aprendizaje sistematizado de (casi) todo aquello que se verá luego en la práctica es un plus de suma utilidad en cuanto a método y técnica.

Asimismo, estudiar otras carreras puede hacer que un periodista goce de ciertos conocimientos especializados que un periodista de universidad difícilmente adquirirá en la cancha.

Pero lo cierto es que ninguna carrera basta. Más allá del camino que uno escoja para llegar al oficio, lo que hablará del periodista será su trabajo. A fin de cuentas, será el editor, la calle y la experiencia lo que forme a un periodista.

Que sea, pues, el público y la historia quienes juzguen quién es, realmente, periodista. Pero nunca -jamás- una ley del Congreso o una colegiatura.