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Es un clásico de los clásicos en nuestra historia que aquel que ha caído en desgracia por cualquier motivo, en su mayoría de índole penal, salga a afirmar muy suelto de huesos que su delicada situación judicial se debe a que es objeto de persecución política. Sin embargo, jamás los supuestos afectados han sido capaces de identificar quién o quiénes están detrás de su desgracia ni con qué motivo buscan tumbarlos.

Por estos días, vemos que el expresidente Ollanta Humala y su esposa Nadine Heredia están recurriendo al viejo y trillado argumento de la persecución política; por lo que sería bueno que le digan al país qué políticos son capaces, por estos días, de influir en el Ministerio Público y en dos instancias del Poder Judicial como para mantenerlos en prisión mientras responden por el presunto delito de lavado de activos.

Más bien, Humala debería estar muy agradecido con ciertos magistrados que en el pasado no lo procesaron con el rigor necesario por el caso Madre Mía, por razones que ojalá algún día podamos conocer. Recordemos los audios que permanecieron en el cajón de un fiscal y que, si se hubieran hecho públicos en su momento, bien pudieron impedir que el capitán Carlos llegue a Palacio de Gobierno en 2011, de la mano de los denominados defensores de derechos humanos.

Otro que también recurre al argumento de la persecución política es el exsocio de Humala, Alejandro Toledo, quien se mantiene en Estados Unidos desde hace varios meses. Afirma que es inocente y que no le perdonan el haberse tumbado la dictadura. Lo acusan de recibir una coima de 20 millones de dólares. Ya su examigo Josef Maiman ha declarado, pero el hombre insiste en que es un perseguido.

De otro lado, sería bueno que el Ministerio Público y el Poder Judicial, quienes según la teoría de los Humala son los instrumentos de la persecución política, salgan a aclarar lo que se viene afirmando en su contra desde hace varios meses. La justicia, pese a todo, debería hacerse respetar cuando algunos políticos caídos en desgracia la culpan de lo mal que la pasan. Es parte de nuestra historia, pero eso no se puede permitir.

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