En esta época de fiestas navideñas y de fin de año es importante reflexionar sobre el año que viene, que podría ser un año de inflexión política y económica muy importante. El primer tema es la necesidad de una transición democrática a un nuevo gobierno de manera ordenada, transparente, y que permita reducir la agitación que lamentablemente domina nuestra vida de todos los días. El Perú debe ser un país seguro y con perspectivas claras para su futuro moral y económico.

El primer gran tema es el de la seguridad ciudadana. Pese a diversas estadísticas contradictorias, la percepción de la ciudadanía sobre la creciente incidencia del crimen organizado es absolutamente correcta. En los últimos años, el delito creció sobre todo en nuestra costa norte con extorsiones, cupos, sicarios, droga y otros terribles males. Desde el norte, esta epidemia se ha ido desparramando a varios otros puntos del país, sobre todo alrededor de Lima. Es fundamental tener soluciones realistas que verdaderamente enfrenten los problemas, en vez de propuestas populistas como poner al Ejército en las calles: las extorsiones y los cupos no se solucionan con ametralladoras sino con buena inteligencia. Tenemos que terminar con la impunidad, eliminando a los malos elementos que lamentablemente existen tanto en la Policía como en el sistema judicial. Debemos reformar el Consejo Nacional de la Magistratura para que sea un organismo de primera calidad y no un simple mercado de influencias. Debemos imponer la muerte civil para todos aquellos que han sido acusados y condenados de corrupción y que todavía figuran hoy en las lides políticas.

El segundo gran tema es mejorar la economía de una gran parte de la población que no ha salido aún de la pobreza y que ahora, con la frenada de la economía, no puede conseguir trabajos dignos. Y lo que es peor, muchos de ellos están perdiendo sus trabajos. La solución pasa por reactivar la gran cantidad de proyectos de inversión pública, grandes y pequeños, que están atracados. Muchos de estos están en las regiones, y por eso hemos propuesto la creación de un Ministerio de Apoyo a las Regiones (MAR), que descentralice Proinversión, ayude a promover inversiones públicas y también privadas, controle mejor la ejecución de los proyectos, y reduzca la frustración que se siente hoy en todo el Perú de las regiones. Necesitamos también propuestas que faciliten que las pequeñas empresas se incorporen a un sistema formal, que les dará acceso al crédito bancario al mismo tiempo que las incluirá de manera fácil al sistema tributario: hemos propuesto una reducción importante del Impuesto a la Renta para las empresas que hacen reinversión de sus utilidades y para las pequeñas, una reducción también muy importante de sus impuestos si se formalizan y contratan trabajadores con beneficios sociales. Además, tenemos que desatracar grandes proyectos que están progresando pero muy despacio, como por ejemplo el Gasoducto al Sur y la Línea 2 del Metro, el corredor Callao-Javier Prado y varios otros más.

Un factor de retraso es la permisología de la cual se habla tanto y tan poco se hace. Proyectos importantes que hace quince años requerían 10 permisos del gobierno central hoy requieren 250: esta explosión de permisos hace que el futuro de nuestra economía se hipoteque a la burocracia.

Tercero, es fundamental reducir la pobreza, poner más recursos en los bolsillos de los peruanos: hay medidas de corto plazo que se podrían dar inmediatamente, aprovechando la coyuntura. Por ejemplo, el colapso de los precios internacionales del petróleo solo se refleja a medias en el precio de los combustibles aquí en el Perú. El mismo Banco Central de Reserva ha declarado que se podría reducir el precio en soles de los combustibles, tomando en cuenta la devaluación de los últimos meses, de 15%, quizá se puede hacer aún más. Tenemos regulaciones en electricidad que han hecho subir su precio mientras que tenemos un exceso de oferta que permitiría, al contrario, bajar el precio de la misma. Vivimos en un mundo al revés por causa de requisitos burocráticos y confusión sobre los verdaderos objetivos del Gobierno.

Dentro de los objetivos de la inversión social debe estar mejorar la situación de las áreas rurales, en las cuales se concentran 60% de la pobreza en el Perú. Es fundamental lanzar un programa de desarrollo rural, siguiendo el ejemplo de Sierra Productiva en el Cusco, un programa privado que ha tenido mucho éxito.

Finalmente, es fundamental que el año 2016 sea un momento de gran cambio en la lucha contra la corrupción: cada día hay noticias alarmantes, transacciones inexplicables, procesos que se publicitan y luego desaparecen, y todo tipo de cuestionamientos que no reciben respuesta. Es absolutamente cierto que no debemos caer en la epidemia de acusaciones que nacen de la efervescencia política, pero también es cierto que vivimos en un ambiente de gran corrupción. Es hora de cambiar. Los electores de 2016 deberían exigirle a todos los que aspiran a un cargo público que expliquen claramente su posición en la lucha contra la corrupción.

¡Feliz Año 2016!