Estamos muchísimo peor de lo que creí. Nuestra mísera realidad sobre las vacunas ha desnudado una verdad incontrastable: todo lo que nos han dicho nuestras autoridades sobre las gestiones para la adquisición de vacunas es una ciclópea mentira, por lo que son unos completos demagogos, cínicos y malos peruanos, pues han jugado con la esperanza de millones de peruanos que nos hallamos psicológicamente frustrados porque hasta ahora no somos vacunados, viviendo el temor permanente de caer enfermos, y como en una ruleta rusa, no saber si saldremos airosos de sus estragos.

No podemos quedarnos de brazos cruzados y es tiempo de denunciar la catástrofe gubernamental para afrontar la pandemia del COVID-19. En efecto, el presidente Francisco Sagasti en el marco de un mensaje a la nación el pasado mes de enero, dijo que el Perú había adquirido 38 millones de vacunas y de que en ese mismo mes, llegaría el primer millón.

Como sabemos las vacunas prometidas (1 millón) terminaron de llegar a cuenta gotas al cabo de un mes, y la exministra de Salud, Pilar Mazzetti, acaba de revelar que jamás compramos 38 millones de vacunas, sino de que solamente “se firmó contrato por un millón de vacunas”. Lo más grave en estas circunstancias en que sigue en aumento el número de contagiados y de muertos, es continuar practicando el engaño con declaraciones irresponsables y cargadas de falsas expectativas pues están dejando al pueblo peruano sin lo más importante para conservar: nuestra dignidad.

Muchas familias siguen esperando registrar a sus adultos mayores en el Seguro Integral de Salud - SIS y ni siquiera eso va caminando. En medio de este drama vuelven a la primera plana las declaraciones de la excanciller, Elizabeth Astete, reconfirmando que el mandatario y la señora Violeta Bermúdez, estaban totalmente informados de que se había vacunado, resultando francamente poco creíble de que el jefe de Estado no lo supiera, aunque es verdad que jurídicamente se trata de una versión contra la otra.

Frente a este escenario anárquico, por lo menos decidan que, no habiendo pagado por los 38 millones de vacunas de la cuestionada Sinopharm, descartarse por completo y compren las otras, y si no pueden hacerlo porque les tiembla la mano, entonces, ¡renuncien!.