A nadie debería sorprender lo señalado por el cuestionado ministro de Educación, Carlos Gallardo, quien se ha mostrado contrario a las evaluaciones de docentes y ha anunciado que los maestros que han rendido pruebas serán contratados sin importar los resultados, con lo que le está diciendo adiós a la meritocracia y de paso condenando a niños y jóvenes a seguir siendo educados por profesores que no han acreditado ninguna suficiencia profesional.
Y digo que no debe sorprender este anuncio si tenemos en cuenta que Gallardo es ministro de un presidente como Pedro Castillo, quien saltó a la luz pública en el año 2017 por encabezar una prolongada huelga de profesores afiliados a un sindicato hermanado con Sendero Luminoso, que buscaba precisamente eso: acabar con las muy necesarias evaluaciones y que les aumenten los sueldos en automático, sin demostrar que son capaces y que lo merecen.
Hoy el pliego de reclamos de ese sindicato, aprobado en asamblea en medio de gritos, discursos “clasistas y combativos” y puños en alto, ha pasado a ser política del Ministerio de Educación del gobierno del profesor agitador que se ha convertido en presidente del Perú. Dicho esto, nadie debería estar sorprendido de este atentado contra la calidad de la educación pública, que de por sí ya es deficiente y evita que niños y jóvenes pobres sean competitivos frente a los que fueron a colegios privados.
Queda claro que la prioridad de este gobierno es favorecer a los docentes y no necesariamente priorizar la mejora de la calidad de la enseñanza. No olvidemos que a menos de una semana de tomar el poder, el profesor Castillo, a través de su entonces ministro de Trabajo y Promoción del Empleo, Íber Maraví, firmó la partida de nacimiento del sindicato al que pertenece el mandatario, algo que no se dio en los gobiernos anteriores.
Si algún inocente creyó que el gobierno de un profesor iba a servir para mejorar la tan postergada educación pública, se equivocó de plano, pues esta gente ha llegado al poder pensando primero en su agenda gremial y en sus bolsillos, sin ofrecer mucho a cambio, salvo una formación deficiente e ideologizada. ¿Así quieren que los niños y jóvenes de la escuela pública rompan con la cadena de pobreza que arrastran desde sus padres y abuelos, y tengan éxito laboral y profesional? Pura demagogia.