Cuánto le debe pesar a los colombianos el haber elegido como su presidente a el exguerrillero Gustavo Petro, quien ahora se ha convertido en una vergüenza para su país y el resto de la región, al no haber sido capaz de condenar el brutal ataque cometido por miembros del grupo terrorista Hamás contra población civil israelí y de otras nacionalidades, un acto que ha dejado cientos de muertos, heridos y rehenes, y que ha merecido el repudio del mundo civilizado.

Acá en el Perú ya conocíamos muy a este sujeto de explosivo pasado por haber sido parte de la banda armada M-19 que quiso jugar a la revolución y en el camino dejó muertos, heridos y familias destruidas. A este viejo pistolero lo hemos visto hace pocos meses apoyando al corrupto e inepto Pedro Castillo, el peor mandatario que ha tenido el país en toda su historia, que coronó su mamarracho de gobierno con un golpe de Estado que la mandó a la cárcel en contados minutos.

Una vez caído el golpista peruano, Petro atacó al nuevo gobierno de Dina Bolaurte que guste o no, cuenta con legitimidad constitucional por haber sido ella la vicepresidenta de Castillo. Parece que esto nadie se lo explicó al vergonzoso mandatario colombiano, célebre por llegar tarde a reuniones con dignatarios extranjeros y por tener un hijo que ha admitido ante la justicia que a la campaña electoral de su padre entró dinero de malandrines y mafiosos.

En medio del horror del ataque terrorista a cargo de enfermos fanáticos de Hamás, Petro no solo no condenó la brutal agresión que no respetó a niños ni ancianos, sino que ha comparado a los israelíes con los nazis, lo que ha motivado el inmediato rechazo del gobierno hebreo y del de Estados Unidos, entre otros, algo que debe importar muy poco a este sujeto que se quedó anclado en los años 70 y 80, y que si pudiera convertiría a su maravilloso país en una nueva Cuba o Venezuela.

Sin duda, los colombianos se equivocaron de plano al elegir a este impresentable como su mandatario. Un país que ha sufrido por la violencia generada por el terrorismo y el narcotráfico, no merecía caer en manos de este sujeto que no ha evolucionado ni siquiera por ocupar el cargo que ostenta. Queda soportarlo hasta que se vaya. Es lo que ordena la democracia y la institucionalidad, que debe ser respetada por más que se trate de una persona que en su momento quiso toma el poder por las armas.