El Congreso ha demostrado que la campaña electoral será una competencia de populismos. Los “nacionalistas” abandonaron al respetable Premier y la Ministra R.M. Ortiz. Y en el Pleno del jueves vimos la dinámica perversa que protagonizan quienes solo miran al 2016 y no dudan en regalar un explosivo letal si les da votos. ¿Intentaron siquiera explicar a Loreto el daño que quiere infligirse? Los dedos sobran para contar los parlamentarios que tuvieron la entereza de denunciar que inflando Petroperú desmontaremos 25 años de esfuerzo nacional y volveremos hacia atrás. A la pobreza, la escasez y las colas del pasado reciente.

Presa de patriotismo adolescente, el Congreso vulnera normas constitucionales. Olvida los beneficios que nos ha traído el régimen económico, sano y serio, de la Constitución vigente. Viola principios como el rol subsidiario del Estado, los contratos-leyes, la seguridad jurídica, la no retroactividad de la ley, el respeto a la autonomía empresarial. Impone la dictadura de una mayoría irresponsable, desprecia las inversiones y castiga a Petroperú imponiéndole enormes riesgos y arruinando su proyecto en Talara. Avergonzados, dicen ahora que solo dieron una concesión “facultativa”, un gesto para evitar otro levantamiento, un “loretazo”.

Las costosas barbaridades populistas resurgen precisamente cuando una jueza inconsciente libera a una cincuentena de vándalos que invadieron una casa en Lince. Ridiculizando a la Policía que los capturó (con un fiscal), la Justicia los perdona. Días después, ocurre lo mismo.

Nuestra indignación y la del buen Ministro del Interior no servirán si la seguridad ciudadana no se trata como un sistema cuya eficiencia depende de que sus tres componentes se refuercen entre sí: Policía, Fiscalía y judicatura. Tres elementos básicos del sistema que permite al Estado proveer justicia, orden y seguridad; tres servicios que la Nación encomendó al Estado para garantizar la vida, la libertad y la propiedad de los ciudadanos. Solo después de asegurarlos, un Estado solvente es capaz de asumir otros servicios que, por importantes que sean, podrían ser prestados por organizaciones o entidades no públicas o estatales.

Así, la gestión gubernamental de la democracia puede aspirar a una creciente prosperidad e igualdad de oportunidades para la sociedad. Recordemos que “El populismo ama tanto a los pobres, que los multiplica” (F. Portero).

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