Es toda una sorpresa que hasta ahora apenas un parlamentario andino, Mario Zúñiga, haya pedido la salida de Pilar Mazzetti del Ministerio de Salud.

El escándalo de la posición del Perú respecto de las vacunas para combatir el coronavirus tiene en la gestión de Martín Vizcarra a dos responsables fundamentales, Víctor Zamora y Mazzetti, pero solo esta última sigue muy campante dirigiendo la política pública más sensible de este momento. Lo del Minsa es un papelón sin nombre. Ineficiencia es un término que se acerca poco a la magnitud de lo sucedido.

El país, virtualmente, no firmó contratos con los laboratorios que preparaban vacunas por razones inexplicables porque con las dificultades que se aducen, como la falta de seguridad en su eficacia, no lo habrían hecho tampoco la mayoría de países. Si fue por ahorrar un poco de dinero, el daño es ahora mayor pues el despegue de la economía se verá retrasado y no está descartado que se ordenen nuevas cuarentenas.

Ante tan descomunal yerro, la presencia de Mazzetti en el Ejecutivo es insostenible. Es más, ha sido un error de la nueva gestión de Francisco Sagasti mantenerla en el cargo.

Pero si el Ejecutivo no reacciona y prefiere mirar de soslayo el elefantiásico maremágnum que se avecina, pues le corresponde al Congreso interpelar, primero, y censurar, después, a Mazzetti. Su cabeza es poco para la vergüenza internacional que significa que estemos junto a Venezuela, Paraguay y Surinam en el escalafón final para la recepción del insumo médico más importante del último siglo, según The Economist.

Mazzetti no merece estar un minuto más en el Minsa, así como Martín Vizcarra no debería volver jamás a un cargo público. Juntos han sido parte del gobierno más desastroso de nuestra historia.

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