El resultado del plebiscito en Chile marca un punto de quiebre en su historia contemporánea. El “Apruebo” el cambio de la Constitución de 1980 debe leerse como el deseo mayoritario del pueblo sureño de borrar de la memoria política chilena la figura del dictador Augusto Pinochet que gobernó el país entre 1973 y 1990.

No ha sido solo la izquierda sino también toda la centroderecha y hasta parte de la ultraderecha, los que han cerrado el capítulo que los ligaba a un presidente de facto que, ciertamente levantó la economía del país, poniéndolo como modelo con uno de los per cápita más altos de la región, pero que legó a Chile una sociedad completamente dividida.

Ningún chileno, sensatamente, más allá de su carga o afinidad ideológica, podría sentirse orgulloso de la muerte por suicidio de su presidente constitucional, Salvador Allende, que se resistió dejar el Palacio de La Moneda, el 11 de setiembre de 1973, día en que las Fuerzas Armadas, que le debían subordinación y obediencia, bombardearon la sede del Ejecutivo, consumando su derrocamiento.

Tampoco de la violación de derechos humanos por la dictadura que hizo de la represión una práctica siniestra acrecentando los desaparecidos -acusada parte del macabro Plan Cóndor de los años setenta en Sudamérica-, que vistos por última vez en el Estadio Nacional de Chile, años después fueron hallados muertos en fosas cerca de Pisagua, al norte de Santiago.

La Constitución, entonces, estaba condenada a su entierro por las heridas abiertas que dejó el general Pinochet en 1990, luego de perder el plebiscito el año anterior, y por consumar la desigual distribución de la riqueza. En este contexto, el presidente Sebastián Piñera es el otro gran perdedor. Nunca imaginó que le tocaría un segundo mandato con nueva Constitución en marcha y con una indetenible pandemia (504 mil contagiados y más de 14 mil muertos).

Muy debilitado, fue incapaz de imponer una agenda política al país -solo pudo dilatar por unos cuantos meses la realización del plebiscito-, excitado por una revuelta social (2019) que se mantuvo persistente por varios meses hasta lograr su cometido. Ahora les toca construir otro Chile.