Hace cuatro años la ciudad de Piura, empezando por su Plaza de Armas, Catacaos y sus alrededores, estaban bajo el agua. El río que pasa a pocas cuadras del centro de la capital de la región se desbordó a causa del llamado Niño Costero. Pocas semanas después empezó una epidemia de dengue que el sistema de salud, que desde antes del coronavirus ya era un desastre, apenas tuvo capacidad para atender a los contagiados que coparon los centros asistenciales.

Las Fuerzas Armadas y la Policía Nacional se batieron desde un primer momento para dar una respuesta al evento climático que nadie advirtió. Fui testigo de esto desde la misma ciudad de Piura, de donde como periodista salía cada mañana a recorrer las zonas afectadas, a bordo de helicópteros que repartían agua y alimentos a las zonas aisladas por la rotura de las carreteras. La ayuda llegaba de a pocos, mientras los testimonios eran dramáticos.

Sin embargo, una vez pasada la emergencia y que bajó el nivel de las aguas desbordadas del río Piura, los damnificados casi fueron abandonados a su suerte. Hoy, a cuatro años de la tragedia, por ejemplo, unas 300 familias del distrito de Cura Mori, a las que se reubicó de manera “temporal” en el kilómetro 980 de la Panamericana Norte, permanecen en ese lugar denominado Nuevo Santa Rosa. Para ellos no hubo reconstrucción, ni mucho menos con cambios.

Hace pocas semanas todos fuimos testigos de una nueva crecida del río Piura, que arrasó con la maquinaria pesada que se encontraba estacionada en el cauce, luego que el Gobierno Regional de Piura anulara el contrato con la empresa encargada de su limpieza. La razón: la compañía no cumplió con los trabajos encomendados. Han pasado cuatro años y es evidente que las cosas siguen sin hacerse bien, todo esto en perjuicio de la propia población.

El gobierno que tome las riendas del país tiene que hacer lo que no hicieron ni Pedro Pablo Kuczynski, ni Martín Vizcarra ni Francisco Sagasti, que es poner a caminar, esta vez en serio, la reparación de los estragos provocados por el Niño Costero. Estas mecidas a la gente son inhumanas. Recursos existen, lo que falta es voluntad política para atender a gente como la de Nueva Santa Rosa, que desde hace cuatro años sigue en el desierto esperando que se cumplan las promesas.