Hace algunos años, e incluso hasta hace poco tiempo, se hablaba del concepto de “cuerdas separadas” para referirse al caso peruano, en el que, a pesar del extremo caos político, la economía mantenía una cierta estabilidad. Hoy en día, en cambio, existe el consenso de que este concepto es un mito. Era cuestión de tiempo para que el pandemonio político tenga efectos visibles en la economía. Efectos como los que vemos hoy, con una economía estancada con tasas de crecimiento muy inferiores a las que tuvo hace algunos años y a las que necesita para mejorar la calidad de vida de todos los peruanos.

Sin embargo, al analizar el histórico de las cifras de pobreza, actualizadas recientemente por el INEI en su informe de Pobreza Monetaria 2023; se puede identificar una correlación clara entre la situación política y la pobreza en el país. Así, justamente en 2017, año en el que empezamos con las vacancias y demás; fue precisamente el año en que por primera vez después de más de 10 años la tasa de pobreza se incrementó pasando de 20.7% en 2016 a 21.7% en 2017. A nivel regional, este comportamiento se repetiría en varias regiones, Junín entre ellas, donde la pobreza paso de 17.5% en 2016 a 21.2% en 2017.

En los siguientes dos años, la pobreza disminuiría muy ligeramente, llegando a 20.2% en 2019. Luego, en 2020, como todos sabemos la pandemia tuvo un impacto devastador retrocediendo, prácticamente 10 años lo avanzado. Al respecto, no olvidemos que iniciamos el 2020 sin congreso y lo terminamos con nuevo presidente: Sagasti, que reemplazó al renunciante Merino, que reemplazo al vacado Vizcarra. Todo en plena pandemia.

La elevada turbulencia política, trae consigo una alta rotación en el sector público y por ende un lento avance (en algunos casos retroceso) de las políticas y estrategias de lucha contra la pobreza. Sumado a esto, el desmantelamiento de nuestra incipiente institucionalidad, visto sobre todo desde julio del 2021; tiene un impacto directo en la capacidad del Estado para combatir la pobreza.

Disminuir la pobreza requiere indudablemente de mayor crecimiento económico; y requiere también de estrategias de lucha contra la pobreza eficientes y efectivas. Nada de esto parece posible de lograr en medio de una vorágine política, donde lo que más parece importar son los intereses particulares y la necesidad de mantenerse el poder.