El que dos policías robaran a su colega herido de bala cuando lo trasladaban a una clínica local no es un caso aislado de corrupción en la institución que se supone debe cuidarnos. Solo como ejemplo podemos dar el develado la semana pasada, cuando se dio cuenta que un grupo de agentes falseaban operativos y detenían a inocentes solo para mostrar que los estados de emergencia tenían la efectividad esperada.

No solo eso, en innumerables ocasiones, los medios de comunicación hemos dado cuenta de casos donde los familiares de víctimas señalan que no han podido encontrar sus objetos personales. Joyas, dinero, tarjetas de crédito y celulares desaparecen de la escena del crimen y, si bien no siempre son los agentes los que se quedan con las cosas de las víctimas, no deja de ser execrable que a dos policías les pareciera una buena idea robar a su colega herido de bala durante un enfrentamiento con delincuentes.

La Policía Nacional del Perú está en crisis. Es necesario que se busque una manera de mejorarla. Si va a tener a cargo la investigación del delito no puede estar conformada por agentes cuyo primer pensamiento sea robar a un herido.

Lamentablemente esta situación hace que se ganen a pulso la poca aprobación que ostentan y que, cada vez, menos personas confíen en ellos.