A casi seis meses en el gobierno, parece que el presidente Pedro Castillo no se ha dado cuenta que aparte de la administración precaria, incapaz y presuntamente corrupta que maneja, otro gran problema que afecta a los peruanos sin excepción, es el de la inseguridad en las calles que se traduce en asaltos, asesinatos hasta por un teléfono celular, arrebatos, hurtos en casas, extorsiones, sicariato y demás situaciones graves que todos los días van en aumento.
Y señalo que el presidente no toma conciencia de su responsabilidad en la ola de violencia que vive el país, porque la Policía Nacional, que es puntal en la lucha contra esta lacra, sigue sin jefes de sus diferentes unidades, especialmente en las regiones, incluyendo a las más violentas como Piura, Lambayeque o La Libertad, pues los nombramientos de los generales no han sido oficializados pese a que estamos ya casi a mitad de enero.
La razón de esta insólita demora se debería a diferencias entre el ministro del Interior, Avelino Guillén, y el comandante general de la PNP, Javier Gallardo, quien tendría el respaldo directo del jefe de Estado. Ayer por la mañana, en un evento en el Centro de Lima, los periodistas preguntaron al responsable del sector si eran ciertas las versiones de este distanciamiento que está afectando el funcionamiento de la Policía y la lucha contra el delito.
No hubo respuesta. Guillén pudo desmentir esas versiones, pero se fue por las ramas como “buen” político que ya es. El general Gallardo estaba parado a su costado. Esto es grave. Si el presidente Castillo tanto confía en el comandante de la Policía por razones poco claras, pues que mande a su casa al ministro. En cambio, si respeta al jefe del sector nombrado por él mismo, tendría que pasar al retiro al máximo jefe policial.
Mientras Guillén y Gallardo se pelean y el presidente no pone orden, las dependencias policiales siguen sin jefes por no haberse efectuado los cambios que debieron ordenarse en diciembre. Lamentablemente es así como Castillo maneja el país: con informalidad, desidia, demoras y compadrazgo antes que con institucionalidad y la voluntad de atender el clamor de millones de peruanos que son asaltados y ven morir a gente cercana por el robo de un celular.