Los problemas de nuestro país se repiten, con mayor o menor intensidad en la medida que las fuerzas políticas progresistas y de izquierda se instalen en el poder y en el aparato estatal. Hace algunos años Steven Levitsky señalaba: …”En términos electorales, la izquierda peruana es una de las más débiles en América Latina. De hecho, hace dos décadas que el Perú carece de una izquierda electoral viable” (Dilemas Para la Izquierda Steven Levitsky). La realidad fue otra y la izquierda radical gobernó nuestro país, para instalar mayor pobreza, mayor desigualdad, mayor corrupción, más hambre, más discriminación, más odio y división.
Al margen de dicha realidad, el problema es latente, y la oferta electoral para las próximas elecciones no gira en torno a partidos políticos sólidos, lo cual dibuja un panorama incierto y poco alentador si es que no se construye una alternativa democrática concreta y seria.
La contienda electoral del 2026 nos vuelve a encontrar con un precario sistema de partidos políticos, ya que existe una gran fragmentación política reflejada en pseudopartidos políticos, donde el fujimorismo con su pragmatismo y el aprismo con su justicia social son los partidos más estructurados, pero que presentan un divorcio con algunos sectores del electorado nacional, pues existe un antifujimorismo y un antiaprismo que da réditos políticos a quienes lo profesan.
Se percibía alentadoramente por ciertos sectores que la izquierda peruana era desunida. Hoy tenemos una derecha dividida, realidad preocupante en un contexto de polarización ideológica y fragmentación política, por ello urge diseñar una fuerza política de consenso que no arriesgue el futuro del país, generar confianza en torno a la solución de problemas como el incremento de la pobreza, inseguridad, corrupción, informalidad, educación e inversión.