Releo los discursos de Churchill durante la Segunda Guerra Mundial y salta a la vista el nutrido afán de unidad que existía ante el peligro común. Solo la capacidad de unir a facciones distintas frente a peligros comunes, solo la intención de crear políticas de Estado que se impongan a las momentáneas diferencias otorga equilibrio y paz a las democracias. Y sin equilibrio y paz es imposible avanzar. Esto lo entendía Churchill y con él toda la clase política europea que tuvo que unirse ante un peligro común: el nazismo totalitario
En el Perú hemos vivido el intento de establecer una tiranía ideológica, la tiranía de lo políticamente correcto. Sus defensores, que rodearon sucesivamente a los gobiernos de Toledo, Humala, PPK y Vizcarra, buscaron imponer unilateralmente su visión del mundo, una visión distorsionada por su ideología, una ideología que, entre otras cosas, era y es reacia a la tolerancia y al diálogo. Siendo así, el abuso de poder se centró, rápidamente en el aparato represivo del Estado, siguiendo las normas del más rancio estalinismo de cuño jacobino. Controlar el aparato represivo del Estado, el Poder Judicial y el Ministerio Público, creando Gestapos particulares y partidistas, forma parte de todos los manuales de técnicas de golpe de Estado.
Para desbaratar estas pulsiones golpistas, para frenar estos afanes despóticos, es preciso establecer políticas de Estado que unan a las facciones contra sus enemigos comunes. . Asegurar el Estado de Derecho y la independencia de la justicia, consolidar un modelo educativo de acuerdo a estándares internacionales y reformar la Constitución promoviendo la libertad responsable es lo que necesita la democracia para sobrevivir. El resto es guerra y revolución.