La presidenta Dina Boluarte decidió no viajar a Brasil para asistir el 1 de enero a la toma de mando del nuevo mandatario de ese país, Lula Da Silva. De esta forma desactivó una polémica innecesaria en estos momentos que el país necesita consensos y acuerdos para superar la crisis política y social.

Para muchos su viaje era una falta de tino ya que ni siquiera estaba claro a quién le iba a encargar la Presidencia de la República. Lo cierto es que más allá de ese asunto, que ni la Comisión de Constitución del Congreso pudo resolver, lo más importante es que Dina Boluarte tiene que dedicarle toda su atención a solucionar los problemas que atraviesa el país.

Por ejemplo, la Defensoría del Pueblo alertó el reinicio de protestas en algunas regiones del Perú desde el 3 de enero. Según la Adjuntía para la Prevención de Conflictos Sociales y la Gobernabilidad de esta institución, se advirtió que habrá paralizaciones la próxima semana en Cusco, Puno, Madre de Dios, Loreto y La Libertad.

En estas circunstancias se necesita la presencia en el país de la presidenta. Necesitará mucho tacto político y estrategia para plantar cara e imponer el principio de autoridad. Algunos querrán esparcir la violencia para convertir la protesta en un acto apocalíptico, hostil y terrorífico. Ante esta coyuntura, debe haber un plan para recuperar el orden, sin excesos y sin más muertes. Y si un miembros de las FF. AA. o la PNP sale a enfrentar la barbarie no solo lo hace para defender él, sino para defendernos a todos.



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