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La horrorosa muerte que encontró Jimenita nos ha golpeado a todos. Quienes somos padres sentimos este dolor como nuestro; el solo imaginar vivir una situación así saca lo peor de mí.

Quiero pensar que toda esta válida indignación no será atenuada por otra noticia que nos haga, literalmente, mirar para otro lado. Según el Ministerio Público, entre el 2000 y el 2017, los casos de violación a menores se ha cuadruplicado: de 5738 denuncias a 25,068. Un horror por donde se le mire. Yo sí creo que al monstruo Alva se le debe aplicar la pena capital. No es un ser humano, sino un depredador con apariencia de hombre. En la cárcel, nadie se reforma; Alva pasará por traumas más severos que solo le harán reafirmar su enfermedad, sus crímenes y sus deseos más perversos y pusilánimes. Sin embargo, nuestro Estado no está en capacidad para detener esta escalada atroz de los abusadores pedófilos. Si la Ministra Choquehuanca llora en TV, impotente de no poder integrar a todas las instituciones, es que ya tocamos fondo hace rato. Somos los padres quienes estamos para llorar ante un abuso cruel y mortal como este, pero no las autoridades; ellos están para atender y corregir. Pero ni eso. A pesar del mamarracho estatal, hay indolencia. Esos policías de la Comisaría de Canto Rey deben ser degradados por mantener suelto a un violador, a sabiendas que lo era. Y ese fiscal que pudo haber pedido la detención de Alva el 2016 por violar a una mujer, y no lo hizo, no merece ser más un fiscal. Soluciones drásticas para una ola de estiércol y muerte que atenta contra lo más preciado que tenemos: nuestros niños, nuestro futuro.