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Muchos se preguntan por qué razón China hasta ahora no ha tenido una participación visiblemente relevante en el complejo asunto de Venezuela. Hay varias razones de fondo que lo explican. En primer lugar, no perdamos de vista que la República Popular China no es un país cualquiera. Todas las condiciones para convertirse en el próximo hegemón del sistema internacional están del lado del gigante asiático. Por alguna razón, su presidente Xi Jinping no ha ocultado en su afamado discurso por el aniversario del Partido Comunista Chino de 2017 que su país será para el 2050 la superpotencia que sus camaradas y ciudadanos sueñan. Los chinos cuentan con una historia milenaria y ese es un peso extraordinario en la historia de las relaciones internacionales que por sí solo juega su partido; además, su circunstancia geopolítica otorga al país cualidades extraordinarias para su despegue internacional. Los rusos, sus vecinos, lo saben de memoria y por eso quedaron absortos cuando la habilidad de Richard Nixon, promovido por el gurú de la diplomacia estadounidense, Henry Kissinger, lo llevó a privilegiar a China en el ámbito asiático para neutralizar a la entonces Unión Soviética, decidiendo una negociación con enroque corto que colocó a Pekín en el Consejo de Seguridad a cambio de Taiwán, que para Washington ya había cumplido su cometido durante la primera parte de la Guerra Fría. Luego del proceso político en toda China, llevado adelante por Mao Tse Tung a fines de los años cuarenta y a su muerte a fines de los setenta, le correspondió a Deng Xiaoping consumar la aspiración china de crecer económicamente. Desde entonces, los chinos no se han detenido en ese propósito y nada los inmutará hasta lograr sus pretensiones. Los chinos, a pesar de la denominada guerra comercial que Donald Trump les ha puesto en el camino, no pisan palito y siguen firmes en su objetivo. Nada de conflictos, nada de guerras. Los chinos están en otro momento de la política internacional y andan más bien preocupados por consolidar sus objetivos. El régimen de Nicolás Maduro, entonces, no es para los chinos un motivo para involucrarse en un problema distante de su área de influencia.