La cárcel estadounidense de Guantánamo, ubicada dentro de la base naval de este país, en el extremo sur de Cuba, debe ser cerrada.

Es comparable a la Bastilla, el recinto carcelario que simbolizó el despotismo del Antiguo Régimen en Francia hasta antes de la Revolución del 14 de julio de 1789, y hoy a Ramo Verde, la prisión de las afueras de Caracas donde el chavismo mantiene privados de su libertad a dirigentes políticos tan solo por pensar distinto al régimen y expresar su posición. El presidente Barack Obama ha anunciado la presentación de la propuesta que estará en manos del Congreso aceptarla. Es probable que en este momento crucialmente electoral diga que no.

Es verdad que Obama lo había prometido durante su primera campaña camino hacia la Casa Blanca (2009). En realidad también lo hizo George W. Bush, pero hasta ahora nada. Obama quiere que el restablecimiento de las relaciones con Cuba sea a todo nivel.

Así desea ser recordado, es decir, como el presidente que luego de medio siglo pudo volver a vincular a Washington con La Habana. Pero hay una razón de fondo y de mayor peso: la creciente opinión internacional de que la cárcel de Guantánamo ha sido el símbolo de la represión del país más poderoso del planeta violando los derechos humanos de los presos que iba reduciendo en diversas partes del mundo, principalmente en el Medio Oriente, y sometiéndolos a torturas y otros tratos degradantes. Esa sería una razón suficiente para clausurarla. En otras palabras, para Obama la imagen del país ha sido seriamente cuestionada por Guantánamo. Cuba reclama su devolución a EE.UU. que lo administra desde 1903 por un tratado que hoy la isla desconoce.