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La primera ministra Mercedes Aráoz pretende justificar el indulto de Alberto Fujimori y lo trata como uno de carácter político, de negociación. Le quita la careta de “indulto humanitario”, pues este es ilegal a todas luces.

Argumenta que se busca “crear un clima de entendimiento que cierre un largo periodo de dolor y sufrimiento”, buscando reconciliar al país; “se trata de perdón”.

Reconciliación, dicen, y olvidan lo indispensable. Lo primero es que Fujimori efectivamente pida perdón por los gravísimos delitos cometidos y la amnistía a los asesinos bajo su mandato, pero sobre todo es absolutamente imperativo escuchar y hacer justicia a las víctimas y sus familiares, quienes por largos años han exigido VERDAD y JUSTICIA. El intento miserable de otorgar algunos soles solo cubre de vergüenza a quienes lo propusieron.

Fujimori en un video habló de “errores”. ¿Alguien puede creer que los asesinatos de La Cantuta y Barrios Altos fueron errores? Claro que no. Fujimori no solo no reconoce los delitos cometidos, sino que él y sus seguidores hacen en la práctica apología de ellos y ahora pretenderían tenerlo de “asesor político”. ¿No era que estaba gravemente enfermo?

Una verdadera reconciliación requiere construir y respetar las instituciones para mirar nuestro futuro con optimismo, las decisiones ilegales no tienen cabida en ella.

El presidente Kuczynski debe derogar este indulto ilegal para tener algún resquicio de credibilidad y no esperar que lo ordene la Corte Interamericana de Derechos Humanos, como demandan, en forma creciente, importantes sectores sociales en las calles.