Ha sido un año difícil para el presidente Pedro Pablo Kuczynski. En algunos casos por coyunturas incontrolables y errores no forzados y, en otros, por falta de autoridad frente a temas recurrentes como la corrupción.

Rápido tuvo que advertir, por ejemplo, que el fujimorismo no estaba dispuesto a aplaudir su baile al mando del país, y las zancadillas que le ha puesto no son pocas. Los frutos de la reciente cita pedida por Keiko todavía están por verse.

No obstante esta situación, de verse sitiado políticamente, PPK olvidó que tenía un partido que podía arroparlo de alguna manera y se refugió en el cuadrante de su gabinete ministerial. El resultado: varias deserciones importantes, sobre todo de integrantes del CEN.

Ahora el Mandatario alega que los estragos de El Niño costero y el escándalo de corrupción “Lava Jato” son los responsables del bajo crecimiento económico durante su gestión. Seguro que tiene razón, pero ¿cuál es el mea culpa como Gobierno? No lo escuchamos.

Ni el fenómeno climatológico ni las coimas de Odebrecht tienen incidencia directa en el crimen organizado y la delincuencia común que azotan a los peruanos. Y precisamente ambos temas, el reflotamiento de la economía y la seguridad ciudadana fueron sus caballitos de batalla frente a la lideresa de Fuerza Popular.

Todo esto se hace más evidente y pinta un panorama desalentador cuando no existe una política comunicacional (o no funciona). El Primer Ministro varias veces ha tenido que salir a corregir el discurso del jefe de Estado y de los ministros, abundando en la crítica a la falta de liderazgo de PPK.

Kuczynski está obligado a gobernar mejor de ahora en adelante.