El ambiente se llenó de crispaciones, rumores e inestabilidad. La renuncia de Martín Vizcarra a la cartera de Transportes es una derrota para el Gobierno. Una causa que el ministro defendió en todos los idiomas resultó anulada por un informe no vinculante de la Contraloría. Sus respuestas fueron solventes, pero la decisión oficial ha colocado a PPK en debilidad agravada por el absurdo pedido de que Vizcarra renuncie a la primera vicepresidencia. No se entiende que los naranjas hayan incurrido en ese extremo dándole la razón a los afiebrados que buscan una salida violenta, sea la vacancia presidencial o la disolución del Congreso. El choque de poderes existe, pero la cuerda no puede estirarse demasiado para ninguno de los dos polos, pues el país saldría perdiendo. PPK debe terminar su mandato constitucional y durante el mismo contar con la continuidad que Vizcarra le da desde la primera vicepresidencia. Al fujimorismo no le conviene apostar a la inestabilidad haciendo demostraciones de fuerza numérica. Las plateas no necesitan esas fintas y el país demanda madurez y estabilidad para atraer las inversiones ya esquivas, para crecer disminuyendo pobreza, lo que no está sucediendo. Que PPK se decida a hacer política, para lo cual es indispensable un pronto cambio de gabinete. Que esta situación de fragilidad lo devuelva a la realidad y a la necesidad de ministros de segunda fila en el diálogo y en la negociación. Del actual equipo pocos se salvan, el más político Jorge Nieto a quien debe los buenos reflejos durante la emergencia. Quince más como él serían un sólido apoyo. PPK requiere de operadores de altísimo nivel que puedan poner la cara ante la población y al mismo tiempo asesorarlo sin excesos que exacerben la polarización surgida de las urnas, aquella que genera malas respuestas del Ejecutivo y del Congreso provocando que se anulen entre ellos.

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