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Nos guste o no, creyentes o no, el papa Francisco -o Jorge Mario Bergoglio- nos deja una agenda que va por encima de lo puramente religioso. La esclavitud, minería ilegal o la condición de ciudadanos de segunda clase de nuestros compatriotas amazónicos, en Puerto Maldonado. Feminicidio, criminalidad, Fenómeno El Niño y, sobre todo, la pugna interna de los obispos, en Trujillo. La pregunta retumbante sobre los presidentes peruanos que acaban presos, en Lima. Estremecedora y algo informada, a la interrogante le faltaron los nombres de PPK y, aunque candidata pero jefa de la oposición, de Keiko Fujimori. La cosa es que la paupérrima realidad de la política peruana se quedó calata. La dichosa pregunta, y el cúmulo de asuntos estructurales de larga data, no tienen respuesta. A ningún político o candidato le oí una agenda tan frontal y nítida del Perú. Veo a PPK el miércoles “revelar” lo que Francisco le dijo y no le creo. “Sigue trabajando, no te dejes distraer”, es lo que Kuczynski dice que Francisco le aconsejó. Quizá sea una de otras tantas verdades ocultas que PPK revela en público. Parece seguir colgado de la sotana del Papa. A ver pues, PPK, que ya roza el descrédito nacional: tenga a bien ponerse sobre los hombros, al menos, el asunto de la trata, la delincuencia o el feminicidio; el de la minería ilegal o el de los presidentes presos. Difícil, ¿no? ¡Qué vergüenza! Tuvo que venir un Papa para cantarnos nuestras verdades pendientes. Descuélguese de Francisco y póngase en modo Perú. Es eso, o la turbulencia que timbeó en diciembre, lo que se lo devorará más temprano que tarde.

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