El presidente Pedro Castillo visitó ayer Puno en medio de protestas por el alza de los precios de los combustibles y de los pasajes del transporte urbano. Una de las regiones que más apoyo le dio en la campaña electoral ahora le da la espalda. ¿La razón? Debe ser que ahora hay “más pobres en un país rico”.
Y en vez de encontrar alternativas para solucionar este álgido problema, el jefe de Estado prefiere mirar a otro lado y buscar enemigos artificiales. Como casi siempre, la emprendió contra la prensa. Dijo que este lunes irá al Congreso para “responder lo que se quiere hacer creer al pueblo” y agregó que “hay una campaña demoledora al Gobierno, sacando hasta el fin de semana mensajes y montajes de algunos audios y videos”. Se puso a tono con el líder de su partido, Vladimir Cerrón, quien unos días antes dijo que “la lucha política ya no está en las reuniones ni en la plazas, es comunicacional, es invadir todos los canal de comunicación, (debemos) contrarrestar y bloquear todo canal de comunicación contrario a nuestros intereses”.
Esta es otra amenaza más a la libertad de prensa. El jefe de Estado, que vive en una inestabilidad sin precedentes, ataca a un periodismo que solo ha puesto a ejercitar la crítica frente a la incapacidad del Gobierno y las múltiples señales de corrupción. Lo único que denota es desesperación ante el creciente rechazo de la población y la proximidad del debate de la moción de vacancia presidencial.