Hace 47 años, la madrugada del 27 de julio de 1974, seis pequeños grupos salieron del Ministerio del Interior rumbo a los seis principales diarios en Lima. Junto con los policías iba un civil con papeles en mano: el estatuto de prensa, el decreto de expropiación y el documento mediante el cual le nombraban director.

El Comercio sería ahora de las organizaciones campesinas, La Prensa de las Comunidades Laborales, Epensa de las organizaciones profesionales (Correo se asignará a los abogados, ingenieros, médicos, etc. y Ojo a los escritores, artistas e intelectuales). Editora Lima a las organizaciones de servicios y Editora Nacional a las organizaciones educativas.

Fueron cerradas revistas de oposición y muchos periodistas deportados en 1974. Expreso y Extra, fuertes opositores del general Juan Velasco, ya habían sido expropiados en marzo de 1970. La Crónica (familia Prado) en julio del mismo año. Entre diciembre de 1970 y enero de 1971, la ley de radio y televisión ya había intervenido a América y Panamericana TV y se creó Telecentro, organismo de control de contenidos dirigidos por militares.

Esta es una manera, a las patadas, de controlar la prensa. Otra es corromperla, con atención personalizada de Montesinos/Fujimori y sus operadores: desde maletines llenos de dólares hasta secuestros. Los de mi generación hemos sido testigos de ambos métodos, eso parece no cambiar. Lo que ha cambiado es la prensa. Hace tiempo que los medios tradicionales ya no eligen presidentes.

Hasta pareciera que la gente hace lo contrario de lo que le proponen los periodistas. La experiencia más reciente fue la campaña del 2011, donde la mayoría de medios asustaron a los electores con el comunismo chavista de Ollanta Humala. Y fue el que ganó. La comunicación política se mueve hoy por otros canales y otros vehículos.