Nunca he compartido la idea de que los delitos de prensa se persigan penalmente. Miren a Cuba y Rusia, cuántos periodistas disidentes tienen presos. Ni el gran García Márquez y su amistad con Fidel, sacó periodistas de las cárceles de la revolución cubana. Sin embargo, eso no es razón para desconocer que lo que se ha hecho, desde la empresa de los Wong/Willax, es un buen ejemplo de terrorismo informativo.

Es peor que con rumores de quiebra de un banco ocasionar la corrida de clientes, porque en este caso, el temor a las vacunas tiene consecuencias directas sobre la vida y la salud de las personas, de los más vulnerables. Hacer esto, a sabiendas de las consecuencias, es la maldad en su más pura esencia. Lo peor que puede salir del alma humana.

Proteger la libertad de prensa es más importante que procesar a unos irresponsables. No se debe perder de vista que esto ocurre como parte de una campaña electoral y de lo que se trata, para algunos, es que arda Troya. Pero el problema no es ahora, sino lo que ocurra después. 

A mí me preocupa que arda Troya cuando el derrotado quede resentido y, con gritos de fraude, desate otra vez esa escalada que nos regaló el fujimorismo en el periodo que intentamos cerrar en estas elecciones. Me preocupa también que muchos electores, ante la posibilidad de un triunfo del extremismo de derecha, se vuelque hacia la candidata de la ultra izquierda, y el remedio sea peor que la enfermedad.

Preocupa que los candidatos de centro, junto con su mediocridad, no hayan pintado en esta campaña. Ese es el problema, que las medias tintas, los claros oscuros, los que no son ni chicha ni limonada, terminan empujando los extremos que, como ya sabemos, en un país inmaduro como el nuestro, es fuente de conflictos crónicos.