Entre los Estados que forman la coalición internacional promovida por Estados Unidos para acabar con el grupo extremista Estado Islámico de Iraq y el Levante, que viene dislocando el statu quo de paz en el Medio Oriente, principalmente en los territorios de Siria e Iraq, cunde por estos días cierto desencanto por la falta de eficacia para lograr el objetivo. Las noticias no son nada alentadoras, pues como anuncian los reportes de los medios, a mitad de semana los yihadistas tomaron la ciudad iraquí de Ramadi y en las últimas horas, el punto fronterizo de Palmira, en Siria, un espacio clave para los insurrectos que se encuentran operando entre los territorios de ambos países, controlando prácticamente toda la zona de frontera. El presidente de Estados Unidos, Barack Obama, obviamente ha salido a desmentir que estén perdiendo la batalla contra los terroristas. Liderando Washington la coalición, tiene sentido que lo haga. La flaqueza o debilidad por omisión produce efectos más letales que los errores desnudados. Evidentemente, tendrán que realizar una reingeniería en la táctica militar conjunta para enfrentar al Estado Islámico. Las operaciones desde el aire con innumerables bombardeos contra los denominados blancos “estratégicos”, que a la postre revelan ataques fortuitos a poblaciones civiles por el incremento del error, y los que últimamente han venido realizando por medio de drones, que son naves no tripuladas, no han sido suficientes para conseguir los resultados esperados. Los terroristas se movilizan mucho más rápido que las fuerzas armadas de la coalición, mostrando mayor pericia sobre la geografía de región, además de actuar de manera diseminada, confundiéndose con la población civil.

En este tramo enteramente militar parece que hace falta la acción de infantería, que resultaría más efectiva. El mapa de influencia del Estado Islámico muestra un radio de influencia ampliado camino a la formación de un califato, lo que es su febril objetivo.