Si las caídas del presidente Pedro Castillo y de su vicepresidenta Dina Boluarte están a la vuelta de la esquina, en el primer caso por sus nexos con la mafia que operaba en el Ministerio de Transportes y Comunicaciones (MTC), y en el segundo por infracción a la Constitución por su doble condición de ministra de Desarrollo e Inclusión Social y de titular de un club departamental, sería bueno saber qué está haciendo el Congreso para afrontar esta situación que ya no es tan lejana como antes parecía.

Lo que debería tener muy claro el Poder Legislativo, de donde saldría el jefe de Estado de transición, es que por nada debería ser reelecta la actual presidenta del Congreso, María del Carmen Alva, quien ha dado muestras de no estar preparada para un reto de esa magnitud (ténganse en cuenta sus comentarios ligeros en audios que se han ido filtrando y sus constantes metidas de pata), y por provenir de un partido como Acción Popular, perforado por un grupo de impresentables conocidos como “Los Niños”.

Dicho esto, las fuerzas democráticas del Congreso tienen que unirse desde ahora para elegir una mesa directiva encabezada por quien podría ser el reemplazante transitorio del profesor Castillo. Se ha sabido que hace un año, para la elección de María del Carmen Alva, se llegó a un acuerdo entre las bancadas que respaldaron a la candidata de Acción Popular, para que desde julio de este año el Poder Legislativo esté a cargo de Alianza para el Progreso (APP).

Si es así, sin duda las mejores cartas serían el general retirado Roberto Chiabra o la exfiscal de la Nación Gladys Echaíz, quienes desde que asumieron funciones han mostrado absoluta independencia en sus opiniones y votaciones, en lugar de cualquier otro legislador de esa bancada que responda a los cuestionados intereses del dueño del partido y de la Universidad César Vallejo, César Acuña, el ya célebre avalador de la tesis plagiada de su paisano Pedro Castillo.

Lo peor que podría hacer el Congreso en estos momentos, sería dedicarse a otra cosa y no ponerse a trabajar para darle al país una buena opción al momento en que caiga el actual gobierno. No puede suceder lo visto ante la renuncia de Manuel Merino en noviembre de 2020, en que en medio del caos y la improvisación, casi terminamos teniendo como mandataria a Rocío Silva Santisteban. Un poco de previsión y responsabilidad no vendría nada mal desde la Plaza Bolívar.

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