Les propongo un reto a los ministros y viceministros de los últimos 20 años, a los directivos de los colegios profesionales y a los decanos de las facultades de universidades como San Marcos, Agraria, UNI, Cayetano Heredia, etc. : anótense para rendir los exámenes de ingreso que toma la universidad de la que se graduaron a los actuales postulantes para ver qué puntaje obtienen. Háganlo también con las pruebas PISA, SAT, ACT, etc.
Mi sospecha es que sacarían puntajes bastante bajos, porque las preguntas en su formulación, contenido, demanda cognitiva, etc., apela a formatos entrenables y conocimientos efímeros más que a habilidades personales y sociales acumuladas y capacidades de investigar, encarar y resolver problemas en la vida real. Eso evidenciaría que esas pruebas arbitrarias no tienen ningún valor predictor y más que alimentar el negocio de las academias, pres y comisiones de admisión y evaluación, no sirven de mucho. (En Estados Unidos el negocio de preparación y administración de pruebas estandarizadas y servicios afines alcanza los 7 billones de dólares)
Ojalá que quienes nos gobiernen en el quinquenio 2016-2021 entiendan que la obsesión por estándares y pruebas estandarizadas con las que tanto disfrutan los economistas que quieren medirlo todo incluyendo la conducta humana, distorsiona la buena educación y convierte a los colegios en fábricas para rendir pruebas, poner notas y rankear alumnos (alimentando su desinterés por el aprendizaje), en lugar de ser centros para el cultivo de las potencialidades de cada estudiante y el disfrute de la vida escolar.