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Si bien es cierto "el poder emana del pueblo”, este pueblo, como poder constituyente, inserta su voluntad en la Constitución, a partir de allí se convierte en poder constituido y se encuentra sujeto a las normas de la Constitución.

Sobre Constitución y democracia citamos a Manuel Aragón Reyes, que señala: “Norma constitucional y democracia son dos factores que se condicionan de modo recíproco, al extremo de que con verdad inobjetable se ha sostenido que la Constitución bien podría ser definida como la juridificación de la democracia”.

Nuestro diseño constitucional aparta la posibilidad de que como sociedad nos ciñamos a la manifestación directa de la voluntad del pueblo. Nuestra Constitución adopta la democracia representativa en los artículos 45, 43, 93, 110, 111. El pueblo elige a sus representantes. Estos tienen autonomía e independencia en la toma de sus decisiones dentro de los límites de la Constitución.

El artículo 31 de la Constitución establece como contrapeso mecanismos de democracia directa o semidirecta, como: referéndum, iniciativa legislativa, remoción, revocación de autoridades y demanda de rendición de cuentas. Privilegiar los mecanismos de democracia directa sobre la democracia representativa es una fórmula que escapa a nuestra Constitución y es el argumento de las dictaduras para intentar legitimarse. No existe ninguna sociedad moderna y democrática que otorgue la capacidad de decidir directamente al pueblo sobre aspectos de Estado y Gobierno. Percibimos de parte del Gobierno desprecio por las normas constitucionales, lo que deteriora nuestra democracia. Encontramos un gobierno secuestrado por sectores de izquierda que propician y conducen al país a una inestabilidad permanente, sueñan con "refundar la patria” a partir de una nueva Constitución que los instale perennemente en el poder.

Es preciso advertir los efectos de determinadas políticas en pueblos como el venezolano o cubano. En esa línea, recordamos que el diario moscovita "Izvestia" (30-X-97) publicó bajo el título "Holocausto Comunista" un balance de 110 millones de ciudadanos asesinados en 23 países que han estado bajo gobierno comunista. El balance global de "Izvestia" coincide cercanamente con el “Libro negro del comunismo”, que informa de "unos 100 millones de muertos".