Ha comenzado la ahora internacional festividad puneña de la Virgen de la Candelaria que dada la enorme trascendencia ganada en las últimas décadas, la Organización de las Naciones Unidas para la Ciencia y la Educación – UNESCO, a través de su Comité del Patrimonio Inmaterial, la ha declarado Patrimonio Cultural e Inmaterial de la Humanidad. Se trata de una de las más extraordinarias membresías que el mundo concede a nuestra cultura ancestral perfectamente encajada por el proceso histórico en el sincretismo que resultó con la presencia española en América. En torno del Titicaca, el lago más alto del mundo ubicado a 3812 msnm, entre los territorios de Perú y Bolivia, con un área de 8562 km2 donde el 56 % (4772 km2) corresponden a Perú y el 44 % (3790 km2) a Bolivia, la festividad lleva al éxtasis por estos días a los pueblos aymaras que son los protagonistas del proceso histórico-cultural legado por la sagrada Candelaria. Una cuestión de impacto es que su reconocimiento universal promueve la integración de las comunidades altoandinas a lo largo de la extensa meseta del Collao. El carácter mágico religioso de la época precolombina sustentado en el rito pagano a la Pacha Mama y la presencia hispana tan marcada en la devoción a la Virgen de la Candelaria, definen a la festividad de mayor envergadura en el país. Más de 150 escuelas de danza, unos 100 mil bailarines y más de 10 mil músicos, son los indicadores de la fiesta más importante de Puno que la ha consagrado como su Patrona. Los puneños viven orgullosos de esta festividad que cada año recibe un mayor flujo turístico. Pongámosle mucha atención -tanta como a Machu Picchu- pues mientras hace 10 años se contaba cerca de 50 mil visitantes por estos días de febrero, al 2019 se calculó en más de 90 mil los que llegaron hasta Puno. En ello ha jugado su partido el impresionante compromiso local -gran identidad regional- para relievar la festividad y la enorme propensión por internacionalizarla, confirmando a la Candelaria como la celebración matriz del altiplano y a Puno desde 1985 y con creces, el título de Capital Folclórica del Perú.

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