El sábado último el candidato presidencial de Perú Libre, Pedro Castillo, insistió desde Manchay en el discurso demagógico de eliminar lo que llamó la “planilla dorada” dentro del Estado, al señalar que no era posible que ministros, congresistas, jueces, fiscales y funcionarios públicos en general tengan “sueldos de lujo”, mientras muchos peruanos no cuentan con servicios básicos como agua, luz o teléfonos.

Suena bien, suena perfecto para la tribuna, pero lo que debería hacer el profesor es explicar desde ahora cómo haría para manejar un Estado inmenso y metido en todos los sectores, tal como el que piensa crear de la mano de su socio Vladimir Cerrón, con funcionarios ganando sueldos bajos y que no sean mínimamente competitivos frente a la capacidad del sector privado (si es que aún existe en caso gane Perú Libre) de ofrecer más ingresos y llevarse a los mejores.

Un eventual gobierno de Castillo quiere manejarlo todo, incluso poner una empresa aérea estatal, pero a cambio de sueldos bajos. ¿A los gerentes y pilotos de la “aerolínea de bandera” les va a ofrecer el sueldo mínimo? ¿A los que hagan la reforma agraria les va a pagar con vales de consumo en tiendas de alimentos? ¿A los que tomen las empresas mineras y energéticas expropiadas los va a remunerar con lo que actualmente gana el conserje de un ministerio?

Para poner a caminar un país y especialmente en medio de una crisis, se necesita funcionarios públicos de primer nivel, y eso cuesta en cualquier parte del mundo porque es gente a la que le ha costado prepararse. Lo demás es demagogia pura. ¿O es que el profesor Castillo piensa llenar su gabinete ministerial y las plazas del Estado con puro improvisado o desempleado que acepte cualquier dinero que les pueda caer? ¿Así vamos a salir de la crisis sanitaria y económica?

Es verdad que hay millones de peruanos sin servicios básicos y por ellos hay que trabajar, pero con gente capaz. El Estado tiene que pagar medianamente bien para atraer a los mejores cuadros a los que, obviamente, siempre hay que exigirles resultados como a todos los funcionarios públicos. Lo ofrecido por el profesor Castillo es un engaño, es parte de su discurso demagógico que, en general, no es más que una exposición de recetas de cómo llevar un país al descalabro.